El año empezó con potencia. Y mientras algunos quieren callar a los comunicadores con fórmulas tan retrógradas que apenan, los medios ripostan con valentía, recordando a los necios que la verdad no tiene dueño. Pero los ciudadanos deben estar atentos. Si bien los periodistas ejercemos la libertad de expresión como un oficio remunerado, el más afectado por un nuevo proyecto de ley será el usuario de las redes sociales.
El absurdo proyecto de ley para que los ciudadanos y las empresas periodísticas tengan que publicar réplicas en sus redes sociales cuando un señorito, hijo de la política más rancia y repugnante sienta lastimada su sobrevalorada autoestima, es un ejemplo de que viven en el pasado. Recuerdo haber leído una obra de Marshall McLuhan en mis días universitarios –allá por los 80– en la que él ya hablaba de la “aldea global”, refiriéndose a que los medios habían hecho el mundo más pequeño.
Hoy, internet eliminó la palabra “global”, pues el mundo ahora es una aldea, en la que, como en un pueblo de nuestro interior, los secretos son pocos. Pedirle a un ciudadano que publique una réplica porque un sabiondo politicucho se sintió herido, es de lo más absurdo que he visto. Si un panameño está en Bélgica y allá afirma que Sabonge es un perfecto incapaz, ¿cómo pedirle que cumpla una ley panameña estando en tierra extranjera? Y si no lo hace, ¿le aplicarán esta ley en Bélgica o lo pedirán en extradición?
Ahora supongamos que ese panameño está en Pedasí y comente lo mismo, porque la carretera que transita tiene más huecos que un discurso de Nito. ¿Sabonge lo va a obligar a publicar una réplica? O, en el caso del innombrable, si alguien le dice ladrón –basado en lo que dijeron los santos hijos del ofendido– y él siente que su honor ha sido mancillado, ¿el que opinó así tiene que pedirle disculpas públicamente o divulgar su réplica porque la ley lo ordena?
Creo que se están metiendo en un tema en el que son ignorantes. Olvidan que los panameños son recursivos y nada impedirá que emitan su opinión refiriéndose a los idiotas de formas imaginativas. ¿No saben que todo el mundo conoce a leche condensada? ¿O quién no sabría que “hueco” es un sinónimo para referirse a Sabonge? Quizá lo que tengan que hacer es una lista de apodos, meterla en la ley y advertir que, si hablan de las personas con esos alias, entonces tendrán que publicar sus réplicas.
También tendrían que advertir que si juntan palabras que revelen la identidad del aludido, tendrían que publicar su réplica, como aquel tipo al que le decían “limonada”. Él había amenazado con matar a todo el que lo llamara así. Un día entró a un bar y algunos lo reconocieron. Y comenzaron a gritar: “azúcar… agua… limón”… El tipo se dio la vuelta y les advirtió: el que lo revuelve, lo mato… A ese extremo tendrían que llegar, porque olvidan que, de todos modos, serán blanco de la mordacidad, porque para referirse a ellos, basta con llamarles innombrables o Águia o Richeliú.


