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Sábado picante

Hablemos de apariencias. Hay personas que cambian muchísimo al llegar al Gobierno: cirugías, vestuario, maquillaje, accesorios, joyas. Si bien hay frivolidad en el asunto, también define un patrón, pues esa apariencia es solo un inicio: luego viene nuevo carro y residencia, aumento inexplicable del patrimonio, viajes, casa de playa. Hasta el perro: no basta con que sea de raza, sino que le ponen nombres tan extravagantes como Gucci. Así, el perro pasa de ser de la raza X a la marca XOXO.

El hecho es que una funcionaria o funcionario –pues estos tampoco escapan de la vanidad– con salario promedio, empieza a ostentar. Repentinamente, aquel o aquella que veíamos sin aires de fatuidad, empieza a usar ropa, cartera, prendedores, zapatos y relojes de marca… y carísimos. La “pocilga” de su oficina ahora es un monumento al derroche, pues el cambio va acompañado de un nuevo look. Además, carro del año, conductor y guardaespaldas... La Cenicienta pasó a ser la princesa.

Sería de mal gusto mencionar a esta gente por sus nombres, pero seguramente ya lo hemos notado en las redes sociales. Su vanidad supera su prudencia. Ya no son orugas; la plata del Gobierno los ha transformado en mariposas de vibrantes colores, perfectas en apariencia... y ese estilo de vida hay que mostrarlo al mundo.

Entonces, las apariencias reflejan frivolidades, pero también pueden decidirlo todo. En palabras más actuales, se trata de percepción. Si el Despacho de la Primera Dama destina casi $350 mil para comprar estufas, lavadoras, refrigeradoras, colchones, comedores, desbrozadoras y máquinas de coser en medio de las primarias del PRD, ¿qué se puede pensar? La primera cosa que se me ocurre es: “piensa mal y acertarás”.

Estos artículos son los que, precisamente, se emplean para “estimular” las simpatías de los electores. Pero, en beneficio de la duda, pensemos brevemente que no es para eso. Aquí es donde entra en escena el sentido común: ¿Una compra así no levanta sospechas? ¿A nadie se le ocurre que la apariencia de esa compra llevará a las peores conjeturas y conclusiones? Podrán decir que desde hace 30 años hacen lo mismo, pero, ¿eso justifica el monto y el momento?

Dado el historial de clientelismo de los partidos, y en especial del PRD, que parece tener la clientela más grande del país, es muy remoto que alguien piense que estas compras no son para la política. La primera dama debería saberlo. Y también su marido, su familia, sus asesores y hasta sus amigos. Razonamiento elemental, salvo que la necesidad de ganar sea más fuerte que el sentido común.

En mis clases de psicología en la universidad, el profesor nos decía que las formalidades de una ocasión van revestidas de ciertas frivolidades. Por ejemplo, nadie iría a una misa en bikini o acudiría a un funeral vistiendo el nuevo traje del emperador. De la misma manera, Santa Claus no se aparecería con su bolso lleno de electrodomésticos en mayo o junio, salvo que los vaya a regalar. O que el Despacho de la Primera Dama compre ahora... para regalar después. La percepción es que los “regalos” son para intercambiarlos por votos. Y si la primera dama quiere cambiar esta percepción, tiene que recordar que la esposa de César no solo debe serlo; también debe parecerlo. Es la nueva realidad.


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