El protagonista de las novelas de Italia, Panamá y Estados Unidos obtuvo otro papel protagónico. Esta vez en España, donde la empresa FCC es investigada por pagar coimas en Panamá: casi $180 millones, que da la casualidad cayeron en los bolsillos del círculo cero. Como quien dice, ¿qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta? Obviamente, los fiscales españoles tienen otra teoría: que el sapo no saltó, aunque sí le ensartaron con saña la estaca.
El asunto es que el sapo –o los sapos– sapeó en España todo y a todos. Así nos enteramos de que el padre, el hijo y el espíritu nada santo de todos sus cómplices quedaron enredados en un rosario de acusaciones en España, donde pronto los siempre impolutos serán imputados y algunos pasarán a la historia como pelotudos, porque habiendo podido cantar –o sapear– prefirieron correr la suerte del capitán “Yomesalvosolo”.
Pero no todos están dispuestos al sacrificio. Los retoños serán recordados –para bien o para mal– por sapear a papi. Una piedra en el camino –dicen que de nombre Marta– les aconsejó “cantar y cantar, sapear y sapear” y eso fue lo que hicieron. “¿Puede alguien imaginarse venir a cooperar contra tu propio padre?”, preguntó el abogado de uno de los hijos en el juicio en Nueva York. Pero exageraba: ellos están acostumbrados a salvar el pellejo sin importar cómo.
Recordemos que papá pudo viajar a Estados Unidos y salvar a sus hijos, pero no lo hizo. Así que sus hijos hicieron lo propio, cuando uno de ellos dijo en el juicio que la raíz de su conducta delictiva era la presencia dominante de su padre, a quien quería imitar y complacer en todo momento. Como quien dice “vámonos respetando: si tú no me salvas, no te salvo”. O sea, todos contra uno y uno contra todos.
Y subrayo la palabra “imitar”, porque esos sapitos no son los únicos que lo hacen. Los testigos protegidos y los demás delatores del juicio de New Business los imitaron a ellos. Si lo hacen los hijos, ¿por qué yo no? Pero aquella vez, el delatado no insultó ni difamó a nadie, como ahora lo hace con los testigos en New Business. Hasta pidió perdón a su familia, conmovido hasta sus células porque, tras una feroz lucha, le ganó limpiamente en las primarias a su otro yo y ahora fantasea con la idea de volver al pasado, al 1 de julio de 2009.
Pero, para su desilusión, la maldición de Guillermo Endara (q.e.p.d.) –la que le echó hace 27 años– lo persigue tenazmente y le pisa los talones: “No descansaré de hoy en adelante para que usted llegue –igual que Noriega– al lugar que le tiene señalado el destino: la cárcel”. La maldición y su propio destino lo tienen contra la pared. Debo reconocer que Endara –esté donde esté– hace un trabajo estupendo y el “designado corrupto”, aunque no tiene las manos metidas en el Tesoro Nacional, sí está metiendo las patas y, al tratar de sacarlas, se hunde irremediablemente en su barco pirata.
Espero que el Ministerio Público (MP) sea algo más que un simple espectador de este drama, en el que se juegan cientos de millones en Europa que pertenecen a este pueblo que, aunque se alegra de tener ladrones como presidentes, el MP tiene el deber de darle a nuestra juventud el derecho de elegir entre ser o no ser, y no solo obligarlos a imitar la perversa conducta de delincuentes hipócritas.

