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Sábado picante

El vicepresidente y candidato Gaby Carrizo (PRD) parece creer que sus mentiras –repetidas mil veces– tienen la notoriedad de hechos corroborables. Y dado que muchos están dispuestos a creerle, lo voy a desmentir. En la entrevista que dio a Telemetro esta semana reunió todo su acervo político y durante 40 minutos se dirigió a los televidentes con imparable verborrea. Después de oírlo, concluí que baila mejor de lo que razona, y que su destreza en el tambor es inversamente proporcional a sus intentos de ser sincero y decir la verdad. Mi conclusión, tras su cháchara, es que miente y es un hipócrita.

Para empezar, contrario a lo que dijo, el mundo sí está globalizado; decir que la pandemia o que una restricción de las exportaciones de productos hizo que el mundo pusiera en pausa la globalización es una perfecta idiotez. Si algo probó la pandemia es que estamos más globalizados que nunca. Y si tuviera un mínimo de cultura, sabría, por ejemplo, que Marshall McLuhan, desde hace 60 años –20 más de los que él tiene– se refería al mundo como la “aldea global”, concepto que sigue vigente cada día que pasa.

La profundidad de sus ideas no llega al milímetro, pero su ego, eso sí que es grande. Dijo que el mayor reto de su gobierno sería “luchar contra la pobreza y la desigualdad”. Eso sí se lo creo; él es el vivo ejemplo de ello. Solo hay que ver su costosa y enorme mansión en Penonomé, que envía dos mensajes: primero, que sí es posible salir de la pobreza, en especial si tiene un buen cargo en el gobierno. El segundo es que, efectivamente, ya no es igual a nadie, al menos en materia de casas en Penonomé, que construyó cuando el mundo estaba “en pausa” por la pandemia.

Un reto superado por él y varios copartidarios, pero, ¿qué hay con los centeneres de miles de personas que están en la pobreza? Bueno, esa gente solo son peldaños para encumbrarse y así comprar apartamentos de $2 millones o mansiones de $3 millones. Quizá esa es la institucionalidad a la que se refería cuando dijo que su gobierno la ha fortalecido más que nadie. No hay nada más institucional que salir millonario del gobierno.

Y, volviendo al tema de sus mentiras sobre la “doble moral” de este diario y a propósito de su residencia, aquí es donde lo desmiento. Él dijo que sobrevolamos un dron sobre su mansión y que ahí había menores de edad en ese momento. Ambas afirmaciones son mentiras. La Prensa jamás sobrevoló la propiedad y los ángulos de las fotografías lo pueden probar. El dron voló a sus costados y alto, lo suficiente para fotografiar la propiedad, que no es pequeña.

En segundo lugar, en ese momento la mansión estaba en obras, no estaba habitada. Era más probable ver a obreros, pero ni ellos estaban, pues fue un fin de semana. No fotografiamos a sus hijos y si tiene pruebas de lo contrario –como afirma– que las muestre. De hecho, es él, en redes sociales, en cabalgatas o en cuanto acto masivo –político o electoral– o donde esté, lleva a sus hijos para ser fotografiado con ellos, como ocurrió años atrás, cuando quiso hacer ver que fotografiamos a sus hijos junto a él –y su amigo el toro–, cuando esa imagen circulaba en redes sociales… y no posteada por este medio.

Poner a los hijos como escudo frente a la crítica es un acto de cobardía y nos dice mucho: nos revela quién es su guía, su mentor y su secreto consiliario.


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