La historia contada por el diputado independiente Juan Diego Vásquez en entrevista en Telemetro esta semana, sobre un crédito de $1.5 millones que le aprobó la Comisión de Presupuesto de la Asamblea Nacional (AN) a la Autoridad Nacional de Descentralización (AND) y el traslado de $6 millones –$7.5 millones en total– es de las cosas más audaces que he visto. Significa que no van a disimular más. En ese evento de disfraces, el PRD decidió fiestar sin su máscara de oveja y mostró sus afilados colmillos.
Según Vásquez, se trata de una resolución del 2 de septiembre de 2022, en la que la Comisión de Presupuesto –que preside el todo poderoso, honorable y divina pomada Benicio Robonson, perdón Robinson– aprobó los $7.5 millones. Según el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), la plata era para solucionar “las necesidades más apremiantes de las comunidades”. Pero el diputado no se lo cree: ese dinero se fue a la “descentralización paralela” para que el PRD hiciera política.
Lo extraño es que, según el acta de ese día, nadie de la AND fue a solicitar un centavo ni a sustentar nada en esa comisión. De hecho, ni el crédito ni el traslado de partida figuraban en el orden del día ni tampoco se alteró para incluir esos puntos. Según Vásquez, aunque la resolución tenga ocho firmas, su contenido debió ser discutido por los miembros de la comisión, así como por el director de la AND –para sustentar la necesidad de esos fondos– y con la presencia del MEF. Pero nada de eso pasó.
Vásquez estuvo presente ese día y no hubo tal discusión, pero, aun así, de la nada salió la resolución. Tampoco aparece su rúbrica, pese a que siempre firma, ya sea a favor o en contra. Entonces, ¿qué hicieron en la comisión? Darle vida jurídica a una resolución que dispone el destino de $7.5 millones del presupuesto nacional no hizo pestañear a nadie: ni al MEF ni a la Contraloría ni a nadie más.
Esto me recuerda a “durodólares”, quien tenía dinero en efectivo escondido por toda su residencia, incluso en la nevera donde la Policía halló paquetes de billetes envueltos en papel de aluminio. De vez en cuando, la empleada y el jardinero tomaban uno que otro fajo sin que la señora –y funcionaria– se diera cuenta, pues “arquear la caja” todos los días suponía contar la plata escondida en cada rincón de la casa. Así parece que está pasando con el dinero del Estado: hay tanto robo que no vale la pena contar el dinero, porque habría que hacerlo todos los días, ya que no hay día que pase sin que alguien de este gobierno se robe uno o más millones.
Lo que hicieron estos diputados es mucho más osado que congelar plata en la nevera de la casa. Pero el problema es que nosotros –la sociedad– percibimos la corrupción como parte de nuestro paisaje. Hemos aprendido a convivir con el robo y las mentiras; nos habituamos a ver diputados y ministros millonarios, pese a que antes eran unos perfectos limpios.
Tan acostumbrados estamos, que accedimos a que la democracia se convirtiera en un mercado en el que negociamos poder por jamones y vendemos nuestro futuro por $25 en comida. Nos tratan como estúpidos porque estamos dispuestos a serlo. ¿O es que ignoramos que intercambiamos nuestro oro –o votos– por baratijas? Si eso es “jugar vivo”, me pregunto, ¿por qué no nos reímos tanto como lo hacen los que dispusieron de los $7.5 millones?

