Sábado Picante: Atrapado sin salida

Sábado Picante: Atrapado sin salida
José Raúl Mulino y Ricardo Martinelli. Archivo

Me pregunto qué pensó Ricardo Martinelli cuando recibió la peor noticia de su vida. El todopoderoso magnate de los supermercados –que crecieron como espuma en su presidencia– reducido a recluso. Si públicamente lloraba en las redes y en sus medios –comprados con el dinero de nuestros impuestos– no quiero imaginarlo en privado. Pero si alguien tiene la culpa de lo que le pasa, es él, y nadie más que él.

Metió las manos y se ensució con dinero mal habido. Con éste, compró medios y conciencias. Hasta se hizo un partido político a la medida. Se dedicó a hacer todo el dinero que podía, junto con una pila de cómplices que luego lo dejaron solo, porque el que traiciona una vez, lo hará siempre. Ni sus hijos lo protegieron: lo entregaron a Estados Unidos para salvarse ellos, porque, como él mismo les enseñó, lo primero es salvarse a sí mismo.

El equipo de abogados que contrató lo manejó a su antojo. Martinelli no quería una defensa, quería atacar, y eso fue lo que él y sus abogados hicieron: que por qué no acusaron a mengano; que por qué le tocó esta juez o aquella magistrada; que si no había otros ficales porque los que lo acusaron eran corruptos; que si la procuradora anterior quería “joderlo”; que si Pillín, que si Roy; que si María Eugenia López; que si La Prensa; que si el Consejo de Seguridad; que si sus cómplices...

Supongo que terminará su condena en alguna de sus lujosas residencias, privilegio inmerecido, porque desde hace catorce años los panameños no hemos tenido un momento de paz con esa lloradera y sed de venganza que nunca disimuló. Su toxicidad era abrumadora y seguramente aún tendremos mucho que oír, porque si de algo estoy seguro es de que ese delincuente, por más que cumpla su condena en una jaula de oro, no soportará estar encerrado. Debió pensarlo cuando decidió convertirse en el rey de los medios, imitando o aconsejado por ese otro sátrapa de Berlusconi.

Aún quedan asuntos por develarse. Martinelli guarda los secretos de muchos, pero también algunos guardan los secretos de él, que ni son pocos ni son poca cosa. Él debería saber que sus peores ejemplos de conducta fueron copiados y probablemente superados y que en el camino dejó enemigos que aguardaban este momento. Mientras tanto, es mejor que se vaya acostumbrando a la idea de que es un ser vulnerable, que otros controlarán su vida. Se acabaron sus días de amo, de abusos, de difamar. Con chasquear un dedo, la jaula de oro en la que probablemente cumpla su condena puede convertirse en barras de acero con un camastro y un inodoro de metal de uso colectivo.

Entre tanto, veremos si José Raúl Mulino recibe la transferencia de popularidad que espera con Martinelli fuera de carrera. Pero es mejor no ilusionarse. Mimito, ni con los millones de Odebrecht ni con apoyo de Martinelli ni con todo el poder y la propaganda del Gobierno subió la loma. Y eso que Mimito bailaba y no tenía la actitud de un pit bull. Si Mulino quiere la Presidencia, tendrá que tirar besitos o renunciar irrevocablemente a su fidelidad a RM. Pero sabemos qué significa para él lo de “irrevocable”. Esta ha sido la primera pelea de la cartilla de este año; aún quedan dos estelares: las elecciones y el caso Odebrecht. Ni La Casa de Papel está mejor.


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