Sábado picante: Gerardo Solís y ‘el camino seguro a la vida feliz’

Sábado picante: Gerardo Solís y ‘el camino seguro a la vida feliz’
La falta de fiscalización y transparencia es cuestionada por diversos movimientos de ciudadanos. Miguel Cavalli


Gerardo Solís tiene el cargo, pero no tiene ni voluntad ni valor. Su ridícula versión de ser contralor riñe con las funciones que le impone la Ley y la Constitución, como esa de “realizar inspecciones e investigaciones tendientes a determinar la corrección o incorrección de las operaciones que afecten patrimonios públicos y en su caso, presentar las denuncias respectivas”, que no incluye esa estupidez que él llama “la cultura de la corrección”.

¿Qué ha hecho que merezca la pena mencionarse como algo bueno? Ha ido a la Asamblea para mentirnos: “No hay corrupción”, dice, justo en el lugar donde se crean, se cocinan, se aderezan, se desayuna, se almuerza, se cena y se emborrachan con corrupción. Allí el menú es a la carta o en bufete, y él, personalmente, aprueba cada platillo que se engullen estos depredadores, con su firma y beneplácito.

La capacidad de Solís para mentirnos sorprende. He pensado que su cara serviría para hacer carreteras de hormigón: nada es más duro, quizás disputada por la cara del gato, el funcionario de la Asamblea más empresarial del Gobierno, o por Gaby, la nueva versión de persona “honesta”, según la definición acordada por esos tres mosqueteros y Raúl ‘d’Artagnan’ Pineda.

Observen lo que dijo Solís cuando fue elegido por su pandilla legislativa, en agosto de 2019: “… Ningún poder económico o político está por encima de la Constitución”; que la función de la Contraloría es asegurar que los fondos públicos sean “sagrados” y, como tal, deben “ser protegidos y juiciosamente manejados”. Cinco años después, nos quitan el grado de inversión; el país está endeudado hasta las narices y todo gracias a su “férrea protección” de los fondos estatales. ¡Cínico desde el principio!

Ayer dijo en televisión que recibió auxilios económicos del Ifarhu cuando era estudiante. ¡La gran reflauta! Eso prueba lo que debemos esperar cuando el dinero del Estado se desperdicia en cosas tan inútiles como él. ¿Ir a estudiar a Estados Unidos para venir a actuar como un abogaducho de Macondo? Espero que así se haya descrito en su autobiografía, escrita en 2018. A juzgar por el título del folleto, yo diría que tiene un coautor secreto (o es Madame Kakalú o es el gato Benro). Es que Solís tituló su insigne obra Camino Seguro a la Vida Feliz. Un año después de la publicación de este bestseller, Solís estalló en felicidad en el cargo que hoy ocupa. Desde entonces, nada le preocupa. Es más feliz que el hombre sin camisa, aunque él debe tener una de cada marca que supere los $100.

Solís es miembro de la Asociación Estadounidense del Polígrafo, organización “dedicada a la ciencia y las prácticas basadas en la evidencia”. Menos mal que Solís es examinador de polígrafo y no un examinado. Se imaginan el baile en el polígrafo ante respuestas a preguntas sencillas, como ¿usted hace su trabajo? ¿Alguna vez ha sido deshonesto? ¿Se puede confiar en usted?

Cuando Solís se levanta por las mañanas, me pregunto qué versión de él irá a sentarse a la Contraloría: ¿la de la caja registradora? ¿la del doctor Merengue? o ¿la versión de Alexa de Benicio?


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