Nos llega la hora cero. Mañana decidiremos nuestro futuro en una campaña electoral que, por lejos, ha sido la más complicada que he visto, porque ese al que bajaron de la carrera presidencial ha revuelto hasta la entrañas del país para evitar ir a la cárcel. Y al saberse el fallo de su candidato, dice a todo pulmón que la justicia prevaleció, que es lo máximo, pero cuando lo condenó, los magistrados eran la peor porquería que había en las oficinas judiciales. Es un hipócrita, oportunista que solo cree en la conveniencia.
He escuchado que algunos políticos en el poder se han acercado al que ellos creen ganador de las elecciones, a fin de pactar acuerdos de no agresión. Su ignorancia los lleva directo al despeñadero, porque el que decide pactos de paz no es el títere, sino el titiritero. Pero lo que no entiendo es cómo puede haber gente tan estúpida que cree que puede confiar en un traidor. Ese con el que tendrían que negociar la paz traicionó el país, a sus hijos y su familia, a sus socios políticos, a amigos y cómplices de sus fechorías, a excolaboradores de sus empresas, y un prolongado etcétera.
Confiar en sus promesas es lo mismo que llevar bajo el pantalón una áspid y jurar que no pasará nada. Y eso, precisamente, nos pasó con el Tribunal Electoral (TE). Confiamos, pero desde antes del fallo de la Corte, esa confianza fue destruida, al menos para mí. Sufrimos una traición de parte de dos magistrados –uno de ellos suficientemente viejo y con la experiencia acumulada de décadas en ese cargo para saber que su decisión se adentratraba no solo en camisa de once varas, sino en territorio constitucional.
Y ese mismo magistrado mantiene hundido el sistema informático del TE en un hoyo tan profundo que impide que se modernice su seguridad perimetral informática, haciendo vulnerable la red electoral, hecho probado en ejercicios de penetración a sus sistemas durante simulacros de elecciones, incluida su plataforma de seguridad. De acuerdo con el magistrado Alfredo Juncá, este domingo se esperan decenas de millones de ataques sobre un sistema tan debilitado y vulnerable que, según los propios técnicos del TE, es una completa “coladera”, un sistema unido con saliva y oraciones.
Causa vergüenza que este magistrado –Eduardo Valdés Escoffery– haya intentado que las empresas que le dan servicios de seguridad informática al TE certificaran que la red electoral, tal como está, es invulnerable. Naturalmente, se negaron. ¿Esta es la actitud de funcionario honesto? A mí no me parece, porque con esas certificaciones pretendía hacerle creer a los partidos políticos –que nunca atendió, pese a varias solicitudes de reuniones urgentes– que todo iba de maravillas, como ir a Disney, cuando no era así.
Tampoco comparto los criterios de la Corte –que fueron los mismos que el del magistrado mencionado– que el candidato Mulino puede correr sin vicepresidente. Solo de pensarlo, recuerdo a Manuel Solís Palma, nombrado ministro encargado de la Presidencia por sus colegas ministros, por falta del presidente y del vicepresidente. Y espero que el títere no termine con un dolor de garganta, como el Aristides Royo.
Sería la forma más fácil de llegar a Las Garzas sin gastar un centavo. Cifro mis esperanzas en los jóvenes para que, con la madurez que han demostrado, hagan gala de una elección a conciencia y alcanzar una democracia vigorosa, digna y renovada.


