Sábado picante

Sábado picante
El presidente José Raúl Mulino.


Panamá enfrenta grandes vicisitudes. Se lo debemos, por un lado, a políticos entregados hasta su última molécula a su madre la corrupción, y por otro, a la imperdonable cobardía –o por ser hijos de la misma madre– de los representantes de la justicia. Lo único que les interesa es el billete, como dice con cálido amor la exdiputada Yanibel Ábrego. Nos roban cada centavo que pueden, con la complicidad de la togada “justicia” que viene a redondear sus cochinadas, degollando investigaciones y asesinando esperanzas. Jamás seremos un país desarrollado porque no tenemos las agallas ni la voluntad para serlo. En todo caso el país servirá para el progreso de bellacos e insaciables parásitos.

Por eso, el que dijo que el crimen no paga, seguramente no sabía de la existencia de nuestros políticos. En la década de 1980 fuimos foco de la atención mundial gracias a un ser ¿humano? que ordenó matanzas, narco, dictador, corrupto y cobarde. Muchos dieron todo para librarse del generalucho, para luego caer en las mentiras de sus más conspicuos discípulos, que, indudablemente, superaron al maestro. Y nosotros, necios y obtusos, por poco elegimos a su alumno más distinguido, quien, acorralado en su peor momento –y como hizo su maestro– corrió cobardemente a esconderse en una embajada. (No sé por qué no le ponen su música preferida, con parlantes de diez metros de altura, día y noche).

Después de los cien primeros días de Mulino, tengo algunas cosas claras. Primero, que la justicia no es una prioridad. Nombrar a su abogado Procurador es lo mismo que obtener las llaves de la justicia. ¿Habrá que agradecérselo? Creo que sí. Pudo nombrar a su hijo… o a Alejandro [qué] Pereza. El Presidente no parece haber medido las consecuencias de ello, pero le llegará el momento.

Segundo: hay dos gobiernos, uno en el Palacio de las Garzas y otro en las faldas de Rosario Murillo, en la Embajada nica. Tercero, que al asilado se le acaba la paciencia: ni quiere irse ni quedarse bajo sus circunstancias. Quizás Mulino saque un conejo de la chistera enviándolo a Brasil a disfrutar lo que nos robó, pero eso arruinaría su proyecto político.

Cuarto: a Mulino se le acaba el tiempo respecto a su proyecto político. Quinto: su gobierno ha revelado grandes escándalos, pero las denuncias ante el Ministerio Público son inexistentes… o ultrasecretas. Muchos trailers y ni una película. Sexto: Mulino proyecta sinceridad cuando habla, pero no basta si no hay hechos que mostrar los jueves en la mañana.

Séptimo: La Contraloría promete ser lo mismo con cara nueva. Quizás los primeros meses veremos al nuevo barriendo un poco, pero luego barrerá con todo. Octavo: La Asamblea, controlada por los partidos políticos, sigue con sus estructuras invisibles, la parentela; el cash back; incompetentes que no pueden ver el mar de problemas que tenemos, pensando en crear el Día del Guacho. Conclusión: ¿Hay algo que celebrar?


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