Sábado picante: jugar con la cadena, no con el mono

Sábado picante: jugar con la cadena, no con el mono
José Raúl Mulino. Cortesía


El presidente Mulino quiere dejar aprobadas las reformas a la Caja de Seguro Social (CSS), cosa que entiendo. Y para lograrlo, le parafraseo unas sabias palabras –que algunos atribuyen a Napoleón–: “vamos lento que hay prisa”. De paso, también le recuerdo que debe dar el ejemplo.

El pasado jueves, en su conferencia de prensa, abordó ese tema con una arrogancia poco aconsejable, sobrestimándose a sí mismo, lo que me hace pensar que empieza a vivir en una burbuja. “Salvo muy honrosas disertaciones, yo no he escuchado a ninguno hacer una propuesta que valga nada”, dijo Mulino, refiriéndose, a la “izquierda”, seguramente a dirigentes como Saúl Méndez, de Suntracs. Mulino y Méndez comparten un gran defecto: la soberbia. Ambos son iguales en eso y sus palabras pudieron haber sido recibidas una medición de fuerzas. Y hasta donde sé, nada le encantaría más a la “izquierda” que aceptarlo.

En las conversaciones previas a la presentación del proyecto de reformas, nadie habló de aumentar la edad de jubilación, más bien fue rechazada, por lo que debemos suponer que es una propuesta unilateral del Ejecutivo. Y eso puede ser interpretado como una imposición sin valor alguno. Ahí es donde hay que ir lento para aprobar las reformas rápidamente: convencer, no imponer.

Pero el problema de pedirle a los trabajadores del país tres años más de sus vidas para alcanzar su jubilación es que no vemos un gramo de sacrificio del Gobierno. ¿Cuántos funcionarios, viajes o clientelismo y privilegios hay de menos? ¿Qué hay de los business? No es un secreto la repartición de los negocios del Estado y que hay gente aborrecible –y conocida– escondida detrás de supuestos funcionarios que aumentarán su riqueza.

Y la realidad mata discursos. Hay castas en el Gobierno que empiezan a amasar riquezas mientras a los trabajadores le exigen más sacrificios. ¿En serio Mulino cree que la izquierda será la única descontenta? Esas reformas tocan a todos, y en más de una forma: por un lado, son tres años más de trabajo, unidos al aumento de la cuota que pagan los patronos a la CSS, que será trasladada a todos sus clientes, lo que significa pérdida de poder adquisitivo: un aumento automático del costo de vida. Y eso se mezclará con el aumento de los intereses bancarios, gracias a la inexistente disciplina fiscal del pasado y el presente gobierno, reflejadas en un presupuesto que, para cubrirlo, será necesario seguir pidiendo cientos o miles de millones más en crédito.

Todo esto creará un peligroso caldo de cultivo que el presidente obviamente subestima. Son muchas cosas que pasarán al mismo tiempo y que, además, harían virtualmente imposible otro de sus proyectos estrella: reabrir la mina. Salvo que sean comprados, no veo a los diputados –nuevos o viejos– aprobando un contrato minero que le costó la curul a la mayoría de sus excolegas del pasado gobierno y a sus aliados, así como la peor derrota electoral que haya sufrido el PRD en toda su historia. Eso, sin contar –ni menospreciar– el creciente descontento popular.


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