Empiezo a notar una dinámica en el Ministerio de Obras Públicas que no veía, al menos, en el mantenimiento de la servidumbre, una de las cosas más sencillas de hacer en la Interamericana. Empiezan a remover la hierba que obstaculiza la visión de los conductores. Ahora esperamos que reparen el pavimento, muy deteriorado, pues el flamante ministro anterior estuvo ocupado en otros asuntos, no necesariamente los del Estado.
Ese ministro –Rafael Sabonge– hizo alardes de una carretera de 44 kilómetros que conduce a Pixvae (Veraguas), inaugurada en enero pasado a un costo de $40 millones –$1 millón, en promedio, el kilómetro lineal– construida por una empresa amiga de la casa: Ininco–. Pero bastaron unos pocos aguaceros para que buena parte de esa ‘inversión’ se perdiera cuando ni siquiera ha cumplido un año de uso.
Esa carretera sufrió un colapso en uno de sus tramos por rajaduras y deslizamientos. Ni la sede del Tribunal Electoral, donde Sabonge fue, entre 2010 y 2013, gerente del proyecto, se salvó. “Es un edificio lleno de problemas”, me confió hace poco una fuente de esa institución. Y, por otro lado, los proyectos empresariales del exministro, no dejan duda de la clase de calidad de la que tanto se ufana.
En enero de 2023, La Prensa publicó (https://acortar.link/s7YCW2) los múltiples problemas de Sabonge y sus empresas, precisamente, por la calidad de sus proyectos, entre otros asuntos. Pero la Presidencia lo presentó como ministro en 2019 –y a su socio Alejandro Rojas Pardini– como si fuera la gran flauta: socio fundador y director de la inmobiliaria Grupo Urbe, y socio de la empresa Porta Norte.
A estos socios les vino de maravilla su nombramiento en el Gobierno, pues se volvieron intocables. No sé cómo habrán terminado sus denunciados y muy criticados negocios, residencias y proyectos. De lo que no tengo dudas es que yo tendría que tener un maní por cerebro si llego a comprar una unidad residencial en algún proyecto donde su nombre se asomara. Tengo mejores cosas que hacer que ir a perder tiempo en la Acodeco, donde hasta enero del año pasado reposaban más de 50 quejas contra sus empresas y proyectos.
Yo que pensaba que la inutilidad había encontrado una definición final, es decir, que había tocado fondo. ¡Iluso! Ahora me doy cuenta de que faltaban escaños más por bajar. La lluvia ha limpiado el polvo y la paja que cubrían la mediocridad de pésimas y costosas obras que nos vendieron como un “espectáculo” digno de ver. Le sugiero, señor ministro, no mostrar su rostro por allá. No creo que sea una buena idea.
PD. Algunos esperarían respuesta al comunicado que divulgó ayer Odila Castillo. Pero tengo decenas de preguntas que ella sistemáticamente se niega a responder, sin contar las dos entrevistas prometidas que canceló. Si quiere jugar al gato y al ratón, pues no tengo tiempo para eso. Le sugiero hacer cosas más productivas que amenazar a periodistas. Y espero que responda los próximos cuestionarios que le enviaré sobre sus negocios. Podrá brindar su versión y espero que no sea –otra vez– en un papel.