La historia de la Caja de Seguro Social (CSS) podría ser el tema de inspiración para una película, ya que está llena de momentos buenos y malos, de horror y de felicidad. La crisis de la CSS no empezó ayer; hay muchos factores que contribuyeron a esta situación, lamentablemente sin culpables que paguen las consecuencias de su caída. Quizás fue difícil percatarse de su rumbo, debido a la gran cantidad de recursos disponibles, lo cual hacía improbable entender que la institución estaba perdiendo patrimonio.
La CSS tuvo periodos de abundancia y bonanza, aunque sea difícil de creer, hasta que llegaron políticos con desenfreno y, como dice Wilfrido Vargas, “coge aquí y coge allá”. La CSS ofrecía equipos a todos los asegurados, había medicamentos y contaba con dispositivos de primera línea y personal capacitado. Sin embargo, la falta de visión y las ambiciones de algunos funcionarios deterioraron la calidad de los servicios. No generalizo ni doy nombres, pero esto ocurrió en muchos gobiernos.
La famosa regla de “autonomía” nunca se respetó y llegaron altos funcionarios que abusaron de los beneficios y deterioraron los servicios de salud. Se improvisaron compras y megaobras para justificar millones que terminaron en manos amigas, pero ajenas a los asegurados. Entre las compras, el despilfarro, los malos manejos, los negociados millonarios, las irregularidades y las pésimas decisiones que provocaron pérdidas, la CSS dejó de realizar inversiones para no competir con nadie. Es necesario retomar las inversiones que generaban ganancias a mediano y largo plazo.
El costo de vida aumentó y los funcionarios iniciaron sus reclamos por mejoras y actualización de salarios, que no fueron contemplados en el presupuesto ni en las proyecciones de crecimiento de la institución. Los reclamos eran justos, pero la política también se aprovechó de la situación y se realizaron nombramientos sin respaldo, en todas partes, que eran de índole política. Se formaron “fincas privadas” en muchos lugares del país, manejadas por alcaldes o diputados, que nombraron a personal que los apoyó en sus campañas, sin un perfil adecuado y hasta con cargos de rango, aumentando los casos de acoso laboral por doquier y sin un protocolo aprobado, con el objetivo de mantener el control, a pesar de existir una ley contra el acoso.
Hay que mencionar que la CSS ha contribuido significativamente a la salud de muchos asegurados y, gracias al profesionalismo de su personal, ha ayudado a sanar a muchos pacientes. No obstante, el abastecimiento de medicamentos se convirtió en un conflicto de intereses y debe buscarse la forma de reducir costos. Existe una deficiencia en la distribución de especialistas en el interior del país, que podría resolverse permitiendo el ingreso de más profesionales, lo que mejoraría los servicios y reduciría los tiempos de espera para las citas.
Actualmente, entre el 35% y el 40% de los asegurados en el interior deben trasladarse a la ciudad para ser atendidos y evaluados por especialistas. La extensión de horarios podría ser un paliativo, pero la verdadera solución sería contar con más especialistas en el interior del país, lo que haría más eficientes los servicios y evitaría las largas esperas para las citas. La selección de recursos humanos debe ser técnica y científica, alejada de la política, ya que se trata de una institución de salud que no puede ser ocupada por personas sin formación técnica y falta de competencia en puestos que deberían ser llenados por concurso, sin influencias ni “palancas”.
La deuda de impuestos es un delito grave, pero no pagar los compromisos con la CSS parece ser diferente y no se ha combatido eficazmente, exonerando de culpa a evasores de grandes cantidades. Muchos quedan impunes ante esta flagrante violación, gracias a las políticas partidistas, dejando a la CSS con pocos recursos.
El sacrificio que se nos pide a todos debe empezar con el presupuesto de las instituciones públicas, eliminando privilegios y lujos, como vehículos, asesores, remodelación de oficinas y muchas cosas más que no son prioritarias y se convierten en gastos innecesarios. Imponer más costos a los que somos víctimas de las malas administraciones y de los políticos haciendo gala de gastos es una burla. Todos los países tienen aportes significativos a los programas de pensiones; Panamá, siendo un país con buenos ingresos, ¿por qué no aporta más? Eso sería más humanitario para los grupos que ya están retirados, que dieron lo mejor al país y se lo merecen.
El autor es Mgtr. en Salud Pública