La humanidad está viviendo un fenómeno nuevo, el encuentro incómodo de dos creencias y tradiciones radicalmente diferentes: el islam y el judeocristianismo. Un encuentro que se manifestó con estallidos aterradores a través de desafortunados eventos agresivos y destructivos, y que pospuso por varias décadas el otro aspecto del acercamiento; el que brindaba también una excelente oportunidad para mejorar las costumbres de ambas culturas.
El islam, que ha tardado en ponerse al día con el paso de los siglos conservando estructuras familiares represivas y dañinas, gobiernos teocráticos inflexibles y ,en algunos casos mortíferos, y el Occidente, donde nos hemos excedido buscando la libertad, aspiración de los primeros migrantes norteamericanos que crearon la democracia moderna, aspiración hermosa, cónsona con el ser vivo, pero que hemos deformado hasta la incongruidad.
Acá, donde nosotros, los jóvenes viven sin límites y sin decoro y la forma como salen a la calle semidesnudos, no es sino libertinaje.
Creo que podríamos ubicar el dramático cambio en nuestras costumbres sociales en la culminación de la II Guerra Mundial y en el desenfreno que se inició con la celebración y se quedó en el día a día y en los años por seguir, avanzando, como hace todo, solo que en vez de hacernos cada vez más bellos y amables, nos convertimos en lo que hoy vemos en nuestras calles, en los horarios que guardan nuestros hijos, en la ausencia de modales, en los vicios que matan en la flor de la juventud. Espantapájaros es lo que parecemos hoy día en casi todos los países occidentales.
Hago un ejercicio mental e imagino el resultado de la imparable migración islámica, conviviendo mujeres en hiyabs, con las locales que caminan en público con muslos y senos al aire. Y dando un paso más, si en verdad somos la especie inteligente, que se produjera espontáneamente la mutua asimilación de lo mejor. Me gustaría y mucho que dejáramos de ser un espejo de Sodoma y Gomorra, como igual deseo que la mujer musulmana pueda desarrollar su potencial sin atuendos que las diferencian, aíslan e impiden integrarse.
¿No es un lindo sueño?
La autora es escritora