A lo largo de la historia de Panamá, la participación de la mujer en los ámbitos político y cultural ha sido fundamental. El rol de las mujeres en ambos espacios no solo ha resultado significativo en la creación de un Panamá moderno, sino que también ha demostrado ser clave en la promoción de una sociedad más inclusiva y equitativa. Sin embargo, a pesar de sus contribuciones, las mujeres han tenido que luchar arduamente por el reconocimiento y la igualdad en estos campos.
La mujer panameña ha recorrido un largo camino desde su incorporación formal a la vida pública. La conquista del derecho al voto en 1941 fue un hito importante, pero no garantizó una participación equitativa inmediata.
Hoy en día, las mujeres han logrado ocupar cargos relevantes dentro del escenario político de Panamá, desde diputadas hasta ministras, y se han convertido en figuras influyentes. Un ejemplo importante son los últimos nombramientos del actual gobierno, dirigido por el presidente José Raúl Mulino, seis mujeres ocupan cargos importantes en el gabinete ministerial, Beatriz Carles de Arango, ministra de Desarrollo Social, Jackeline Muñoz, ministra de Trabajo y Desarrollo Laboral, Niurka del Carmen Palacios, ministra de la Mujer, Maruja Herrera, ministra de Cultura, Dinoska Montalvo, ministra de Gobierno y Lucy Molinar, ministra de Educación. Estas mujeres ocupan carteras clave que abarcan desde el desarrollo social hasta el sector educativo y cultural, mostrando la diversidad y responsabilidad que el gobierno ha puesto en sus manos para manejar asuntos de relevancia nacional.
A pesar de estos logros, la representación femenina sigue siendo insuficiente en comparación con los hombres. Según datos recientes, las mujeres constituyen una minoría en la Asamblea Nacional, y su participación en cargos de alto poder ejecutivo también es limitada. Este desequilibrio se debe, en parte, a factores culturales profundamente arraigados que perpetúan la idea de que la política es un campo predominantemente masculino. Las mujeres también enfrentan barreras estructurales, como la falta de apoyo en sus hogares y comunidades, y las dificultades para equilibrar sus responsabilidades familiares y profesionales.
El acceso de las féminas a espacios de poder en la política panameña sigue siendo un desafío, pero las cuotas de género, implementadas en muchos países de América Latina, han sido un mecanismo eficaz para aumentar la representación femenina en los órganos legislativos y en otros niveles de gobierno. La adopción de este tipo de medidas en Panamá podría ser clave para cerrar la brecha de género en la política.
El papel de la mujer en la cultura panameña también ha dejado una huella indeleble a lo largo de la historia del país. Desde la música y la literatura hasta las artes plásticas y el cine, ellas han sido además, creadoras y portadoras de las tradiciones culturales, así como impulsoras de la modernización y el cambio social a través del arte.
Cabe resaltar que no solo han aportado su talento, sino que también han fomentado un debate crítico sobre la posición de la mujer en la sociedad. Sin embargo, después de todo esto aún enfrentan obstáculos en el reconocimiento de su trabajo cultural. Los estereotipos de género continúan influyendo en la forma en que se percibe el trabajo creativo de las mujeres, muchas veces relegando sus aportes a un segundo plano en comparación con sus colegas masculinos.
Ser mujer, ha sido y continúa siendo un ente vulnerable y clave en la vida política y cultural de Panamá. La lucha por la igualdad política y la visibilidad cultural es continua, pero los avances logrados muestran el potencial y la capacidad de las mujeres para transformar estos espacios. Reivindicar incesantemente sus derechos, abogar por la equidad y el protagonismo en dichas esferas es fundamental.
El reconocimiento y apoyo a la participación femenina no solo enriquece la sociedad, sino que también asegura un futuro más justo e inclusivo para las generaciones venideras.
La autora es bibliotecaria, poeta y narradora.
