El 26 de abril de 1986, en la central nuclear Vladimir Illich Lenin, localizada en el norte de Ucrania, a 18 kilómetros de Chernóbil, se efectuaban unas pruebas de seguridad. Al reducir la potencia en el reactor 4 de esta central, se provocó un sobrecalentamiento del núcleo , lo que causó explosiones e incendios, a la vez que voló la tapa del reactor de 1,200 toneladas y diseminó material radiactivo en la atmósfera.
El experimento y su consecuente desastre nuclear constituyen el tema principal de esta magnífica serie de HBO, que contra todo pronóstico se sitúa a la par, si no supera su mega hit de 8 años, Games of Thrones (Juegos de Tronos). Consta de solo 5 episodios, pero eso es suficiente para mostrar, como escribe el periodista Bret Stephens, el encubrimiento, la corrupción y la crasa ineptitud de las autoridades soviéticas en este desastre.
En escena tras escena presenciamos cómo primero se tratan de autoconvencer de que el accidente no es tan serio; después de que las radiaciones no van a abarcar tanto territorio, o que la culpa burocrática no cale tan adentro. Como toda serie, la historia verdadera tiene sus héroes y sus villanos. Fue ampliamente investigada y se basa en las entrevistas orales que Svetlana Alexievich , periodista bielorrusa y Premio Nobel de Literatura de 2015, condujera por mas de 10 años y a 500 testigos, algunos todavía vivos, de esta catástrofe. El libro que escribió se llama Voces de Chernóbil: la historia oral de un desastre nuclear.
La Academia Sueca lo tituló como “un monumento al sufrimiento y coraje de nuestro tiempo”. Su propia hermana murió y su madre quedó ciega. Uno de los héroes es Valery Legasov, traído del Kurchatov Institute para la contención y limpieza del accidente. El otro es Boris Shcherbina, un apparatchik del Consejo de Ministros, que como burócrata político al principio antagoniza a Legasov, para después convertirse en su principal aliado. Ellos dos, contra tiempo y adversidad, tienen que improvisar ya que en nuestro planeta jamás se había dado un desastre de esa magnitud. Ambos son figuras históricas y reales, testigos presenciales de Chernóbil, y ambos también pagan con sus vidas.
Uno de los mayores villanos es el ingeniero encargado del examen de seguridad de la planta: Anatoly Dyatlov. En una de las cruciales escenas, la física nuclear Vlana Khomyuk, personaje creado por los realizadores de la serie para inmortalizar a los físicos que prácticamente se jugaron la vida ante un sistema totalitario que los quería amedrentar en descubrir la verdad de los hechos, le pregunta a Dyatlov lo que realmente sucedió. Este le contesta: “no hay verdad. Pregúntale a los jefes lo que quieras y al final vas a obtener una mentira; y yo voy a recibir una bala”.
Y es que lo magnífico de esta serie es que se convierte como en un examen Rorschach, que puede evaluar la personalidad de nuestro tiempo. El guionista Craig Mazin se propuso escribir “cómo estamos luchando con la guerra global sobre la verdad ahora mismo”. Algunos se sirven de Chernóbil para describir en lo que se ha convertido la presidencia de Trump. Otros la ven como un fiel retrato de la Rusia de Vladimir Putin, que trata de regresar al autoritarismo y populismo de la era soviética.
En el episodio final, cuando un alto personaje del Kremlin amenaza con castigar a Legasov por insistir en no prestarse para el encubrimiento, este proclama: “cada mentira que decimos incurre en una deuda con la verdad. Tarde o temprano esa deuda es pagada”. Pero Chernóbil también es un homenaje al heroísmo anónimo del hombre soviético de ese tiempo, que constantemente arriesgó su bienestar en misiones suicidas para tratar de contener el desastre. Eventualmente, fueron utilizados 600 mil personas, llamadas liquidadores. Entre ellos, 400 mineros, de los cuales 100 murieron; 3,600 biorrobots, para lanzar los escombros al núcleo del reactor. Los bomberos de Pripyat, que inicialmente acudieron a tratar de apagar el pavoroso incendio; todos sufrieron de una muerte horrible.
Chernóbil no es fácil de ver; es incómoda e impresionante. Pero como escribiera Hannah Arendt: “si todo el mundo siempre te miente, la consecuencia no es que vas a creer las mentiras, sino que no vas a creer en nada”.
El autor es empresario
