Siembra vientos y cosecharás tempestades



El título de este artículo es un versículo de la Biblia y se aplica a nuestra realidad. Pareciera que nuestros políticos cuando están en el ejercicio del poder pierden la capacidad de pensar y actuar prudentemente. Ahora mismo nos encontramos en una coyuntura compleja, la intención de reformar la seguridad social en Panamá puede desencadenar un estallido social de las mismas magnitudes como las del año pasado. Las reformas deberían ser el resultado de un consenso nacional, sin embargo, el Gobierno optó por mecanismos poco eficientes, una mesa de escuchas y propaganda de las “bondades” del proyecto de Ley 163.

Recordemos que acaba de pasar un año de la movilización social que culminó con la declaratoria de inconstitucionalidad de la Ley 406 o conocido como el contrato minero. Otro de los logros de esa movilización fue la declaratoria de moratoria minera indefinida (Ley 407). A pesar de todo esto, Minera Panamá aún no ha cerrado y tampoco puede hacerlo inmediatamente, un cierre de este tipo de actividades conlleva un proceso de cierre. El año pasado vimos a una ciudadanía empoderada, particularmente a una juventud contagiosa con una sensibilidad ambiental, al unísono de los movimientos sociales que llevan años luchando por un ambiente libre de minería metálica a cielo abierto.

Hoy nos encontramos en una situación de suma complejidad, porque estamos ante un tema altamente sensible como lo es la seguridad social. Panamá es un país rico, con un alto porcentaje de crecimiento económico. Sin embargo, tenemos una pírrica justicia distributiva. Uno de los aspectos de mayor conflictividad es que las reformas a la seguridad social buscan la gestión privada de los fondos. En otras palabras: privatizarla parcialmente. Adicional a las impopulares medidas paramétricas.

En lugar de tender puentes de comunicación efectivos, el Gobierno se la pasa amenazando y descalificando a quienes piensen distinto. Una democracia se basa fundamentalmente en la pluralidad. La testarudez es inútil y quien manda realmente es el pueblo. ¿Qué quiere el Gobierno con esa actitud? Pareciera buscar lo que Herbert Marcuse llamó hace sesenta años en El hombre unidimensional, una sociedad sin oposición. Si se une el espíritu de lucha anti-minero del año pasado, con el descontento por las reformas a la seguridad social, solo nos quedará el resabio de estar sembrando vientos para cosechar tempestades.

El autor es doctor en filosofía.


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