No me refiero al silencio que reina en las iglesias por motivo de la cercanía de la Semana Santa, sino a esa falta de transparencia peculiar, tan característica de nuestros gobernantes, que nos da mala espina.
¡La tapa del coco! Un centro de salud en Guna Yala, financiado por el Comando Sur de Estados Unidos, empezó a prestar servicios a los habitantes de las áreas aledañas desde diciembre de 2023, pero acaba de ser públicamente inaugurado 15 meses después por el encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos, el ministro de Salud y el Saila.
Imagínense: si esta obra de asistencia humanitaria no fue cacareada en su momento, ¿qué será todo lo que nos tienen guardado? Claro, el encargado de negocios tenía que pavonearse diciendo: “Este centro es un símbolo de la profunda relación entre Estados Unidos y Panamá”. Hipocresía en su máxima expresión. No existe tal relación cuando pretenden quitarnos el Canal. Entonces, toca degradar al Mero Macho a Mero Mutis —y pido perdón por la referencia a Puerto Mutis, que nada tiene que ver con este asunto.
Nos enteramos por publicaciones internacionales del 2 de abril de 2025 que, en La Haya, Países Bajos, una empresa del Grupo A.P. Moller–Maersk ha adquirido la Panamá Canal Railway Company, y este hecho se divulga como algo consumado, como si no necesitara aprobación ni notificación al gobierno de Panamá. ¿El Estado panameño no tiene nada que decir al respecto? ¿Será que el desquiciado va a meter su cuchara en esta transacción entre Canadian Pacific Kansas City Limited, Lanco Group, Mi-Jack y APM Terminals del Grupo Maersk? Veremos con qué locura saldrá ahora que está en guerra con Canadá y México.
Canadian Pacific Railway es una empresa canadiense de tenencia —una “holding”— que opera una línea ferroviaria de 32,000 kilómetros que conecta Canadá, Estados Unidos y México, con casa matriz en Calgary. ¿Será esta una forma de los canadienses de sacarse el clavo al entregarle a una empresa europea un negocio que pasa por todo el Canal de Panamá? ¿Le pondrá el desquiciado tarifas cada vez que una locomotora entre al país, ya sea desde Canadá o México, como hizo con los barcos fabricados en China que tocan puertos?
¿Será que los holandeses habrán comprado un pleito igual que BlackRock? Las concesiones tanto de los dos puertos como del ferrocarril están siendo —o serán— auditadas por la Contraloría para determinar si hubo lesión patrimonial o posibles violaciones constitucionales. Recordemos que Panamá Canal Railway Company le cobró alquiler al Estado por su propio terreno. ¿Qué pasará?
En el caso de BlackRock, Panamá está viendo los toros desde la barrera, observando cómo se desarrolla la transacción con las investigaciones en China y Hong Kong. Podríamos salir bien librados si no se concreta, y entonces tendríamos que agradecerle a China. Como mencioné en un escrito anterior: si el destino hace que se declaren inconstitucionales esos contratos portuarios y la Contraloría encuentra una lesión patrimonial, entonces —pensando optimistamente— los puertos podrían revertir a Panamá, y tocaría licitarlos internacionalmente bajo condiciones más favorables.
En la guerra geopolítica que actualmente se desarrolla entre China y Gringolandia por el dominio de las rutas navieras —incluyendo tarifas arancelarias destructivas impuestas a países que en su momento fueron aliados— se afecta el comercio mundial y, por ende, el tráfico en las rutas de tránsito, incluido el Canal de Panamá. Ambos países son los mayores usuarios del canal. Panamá es espectador en este conflicto, pero nos afecta. Entonces tenemos un dilema: un lado promueve el aislamiento con política de garrote, y el otro quiere aprovechar las oportunidades que le deja el conflictivo y reforzar sus relaciones con países amigos. ¿Qué hacer? ¿Recibir la mano de quien te la tiende? ¿O rechazar a quien te quiere invadir?
La política de secretismo implementada por el Mero Mutis no brinda tranquilidad, sino todo lo contrario. Realmente es difícil saber si Panamá está en proceso de ser invadido o vendido, ya que la definición que nos han dado de “servilismo sin agallas” cada día cala más hondo. ¿Cuántos militares hay en nuestro patio que hasta uniformados se pasean por las calles? ¿Qué pasa con Fuerte Sherman? ¿Será una “concesión de larga estancia con fueros y privilegios”, aunque supuestamente las bases militares no están permitidas?
Este lunes 8 de abril nos visita el secretario de Defensa de Gringolandia. ¿Qué le vamos a entregar? Cada vez que viene alguno de ellos, perdemos dignidad: firmamos contratos de protección cibernética, acuerdos de cooperación y defensa con énfasis en capacitación y entrenamiento, salimos de la Ruta de la Seda, cedimos la marina en la entrada del canal... y quién sabe cuántos otros acuerdos “de kilombo” se han firmado o están por firmarse. ¿Nuestros gobernantes seguirán bailando al son que les toquen?
El autor es ciudadano.