Sin duda alguna estamos enfrentando un peligroso momento político. El gobierno de Laurentino Cortizo pasará a la historia como ausente, mayormente inepto y abierto a la corrupción generalizada –una consolidación de la clepotocracia–, lo cual es una tragedia para el futuro de la nación.
Con ese resultado entonces quiere imponer como candidato –con el corrupto e ilegal uso del presupuesto nacional– al más responsable de ese terrible resultado y el más cuestionado ministro de Gobierno. Sus gritos de campaña son “¡cinco años más!” ¡Wow! Y “!vamos con todo!” (con todo el dinero del tesoro nacional será).
Tan solo con escuchar los gritos de campaña se le apaga el switch a cualquier ciudadano votante. Este quizá reciba los regalos, pero luego, como gritaba la antigua coalición de Noriega: “con Colina (antigua coalición de Noriega) hasta la cortina”. Y Noriega, dedicanco infinitos dólares y regalos, perdió... ¡y feo! Lo único real hoy es que el PRD (el partido del gobierno) está dividido en mil pedazos y para “ganar” tendrían que robarse la elección, olviendo a la historia política ya superada del siglo pasado.
Por otra parte está el precandidato cuyo crédito de haber sido (comprobado por sus propios hijos) el ladrón más grande de nuestra historia, cuya designación como corrupto fue decretada por el secretario de Estado de Estados Unidos, que tiene una Engle o Clinton ya en la nuca, y que significaría un potencial cambio radical en la ruta histórica de nuestro país –incluso podríamos hasta perder el uso del dólar como moneda de cambio–. Su reelección sería un suicidio nacional, pero por allí anda procurando comprar la justicia a diestra y siniestra.
El histórico partido Panameñista ya literalmente se entregó a una posible alianza con CD, partido partido en dos en el que todavía no se sabe quién lo liderará.
Luego está el expresidente perredista Martín Torrijos, con un discurso más maduro pero anti-PRD, legalizando su candidatura a través de un partido cuasi desaparecido. Una posición política atrevida, pero también confusa.
Y entonces está Otro Camino, dirigido por Ricardo Lombana, figura independiente y esperanzadora, pero falto de experiencia (comprobada con errores dramáticos empeorados aún más con cada “aclaración”). Le falta mostrar figuras de experiencia (que las tiene) y arriesgarse a proponer soluciones concretas a los más serios problemas nacionales (agua, educación, seguridad, CSS/salud y planificación).
Luego tenemos grupos de independientes como Vamos, Movin y otros proponiendo diputados, alcaldes y representantes nuevos, frescos, con preparación, que son todos esperanza. Estos son los potenciales aliados naturales de Otro Camino.
Sin embargo, el contexto general es muy confuso y eso es debido a que pensamos en la política como competencia entre personas y no en nuestra propia ideología personal que ayudaría a conducirnos con claridad.
Hay que profundizar, hay que buscar ese contexto para lograr la sustancia de nuestras acciones como miembros de un responsable poder ciudadano.
Buscando claridad sin caer en más de lo mismo, secundo la propuesta de Rubén Darío Paredes y también propongo al político joven, ganador en votación popular, valiente, eficaz y popular a todos los niveles socioeconómicos, no candidatizado, Juan Diego Vásquez, para que lidere la formación de una gran alianza anticleptocracia y procambio radical con soluciones concretas para resolver de una vez por todas los problemas en (repito) educación, agua, CSS/salud, seguridad y planificación.
Mañana es tarde y la iniciativa de autorizar a Juan Diego debe generarla Ricardo Lombana.
El autor es presidente fundador del diario La Prensa.
