Sobre cómo vencer a Trump (y a los que vendrán)

Sobre cómo vencer a Trump (y a los que vendrán)
Donald Trump asumirá un nuevo mandato presidencial en Estados Unidos a partir del 20 de enero de 2025.


Donald Trump, el próximo presidente de Estados Unidos, es la expresión más grotesca de la crisis de hegemonía de Estados Unidos. La decadencia responde al nacimiento de un nuevo mundo, al ascenso de las naciones marginadas de Asia, África, Medio Oriente y América Latina —conocidas como sur global— que están conquistando su derecho a determinar su propio destino. Estados Unidos se niega a perder su primacía, por lo que busca usar a Panamá, por su posición geográfica estratégica, como plataforma para recuperar su dominio sobre Latinoamérica. Trump es la continuación del intervencionismo de anteriores gobiernos estadounidenses en Latinoamérica, pero sin guardar las apariencias.

Trump amenaza con quitarnos el Canal porque los gobiernos post-invasión han servido a sus intereses. Guillermo Endara apoyó que las fuerzas armadas de Estados Unidos cogobernaran con la Operación “Promover Libertad”; Ernesto Pérez-Balladares quiso mantener las bases militares estadounidenses con el Centro Multilateral Antidrogas (CMA); Mireya Moscoso liberó al terrorista Posada Carriles y firmó el acuerdo Salas-Becker para que usen nuestros puertos y aeropuertos; Martín Torrijos firmó el Tratado de Libre de Comercio (TLC) que destruyó la agricultura panameña; Ricardo Martinelli construyó y cedió las múltiples bases aeronavales a los norteamericanos; Juan Carlos Varela se unió a la coalición contra el Estado Islámico; Laurentino Cortizo firmó el acuerdo del Centro Regional de Operaciones Aeronovales (Croan) que da a Estados Unidos el manejo de nuestra información de seguridad nacional; y José Raúl Mulino les cedió el ferrocarril y apoyó la guerra de exterminio contra el pueblo palestino.

Este servilismo hace a Trump creer que puede conseguir lo que quiera de nosotros: desde presionar para que se reabra la mina o decirnos si podemos hacer negocios con China. Por eso, las posturas patrióticas de Mulino y otras figuras de la política panameña son incoherentes. Han sido entreguistas históricamente. Y el precio que paga Panamá es truncar su potencial. Una nación dependiente está condenada a la pobreza porque no vela por sus propios intereses, sino de aquel interés que se les impone, y es vulnerable a chantajes y agresiones.

Es posible, sin embargo, abordar el problema de raíz y enrumbar a Panamá hacia un destino que le pertenezca. Debemos crear una política exterior independiente de toda forma de dominación externa, enfocada en un proyecto de desarrollo nacional que eleve el lugar que ocupamos en el mundo. De lo que se trata es de superar el uso del territorio para el tránsito de riqueza ajena, sin producir nada de valor, a potenciar la posición geográfica para desarrollar el único bien infinito que existe, el conocimiento, y utilizarlo para convertirnos en el centro de un proceso de desarrollo e integración de Latinoamérica con los países del sur global. Panamá, como nación anfictiónica, puede desprenderse de la subordinación a un Estados Unidos en decadencia, tejiendo una amplia y diversa red de relaciones de mutuo beneficio con las economías emergentes más dinámicas, confiando en el valor que nuestras fuerzas productivas pueden contribuir a la humanidad.

No permitamos la injerencia e intervención estadounidense. Las relaciones con Estados Unidos deben ser de equidad, no de sumisión. Por ello, debemos rechazar todo acuerdo que lo avale: el Salas Becker y el Tratado de Neutralidad, que es insuficiente para protegernos de Trump y de los que vendrán, porque no garantiza siquiera que no nos lancen cientos de bombas como sucedió en 1989. El garante de la neutralidad del Canal debe ser Panamá, con respaldo internacional, no las fuerzas armadas de Estados Unidos. Un Canal para la humanidad no es compatible con un Canal bajo el paraguas del pentágono.

El mundo está cambiando. Las naciones del sur global —antes colonias subyugadas— trazan hoy el camino al futuro. Seguir encadenados a este imperialismo anacrónico sería traicionar a los mártires del 9 de enero y a los maestros asesinados en las protestas contra la mina. ¿No le corresponde a nuestra generación culminar la conquista de la soberanía? Transformemos esta indignación nacional contra Trump en la liberación de las últimas ataduras coloniales.

El autor es politólogo y fue candidato a la vicepresidencia de la República por la libre postulación en 2024.


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