Sobre conchas, postas, cocos, plátanos y otras palabras



Es frecuente que las palabras cambien de una región a otra o que posean significados diferentes. Veamos, a manera de ejemplo, la palabra “concha”. En Panamá, aunque es común que aluda a las partes íntimas de la mujer, también se refiere a un molusco. Nadie considera malsonante el hecho de comer “arroz con concha”. En Argentina, sin embargo, esta palabra se asocia únicamente con la primera acepción mencionada, lo que establece una diferencia de significados entre los hablantes de ambos países.

La semana pasada me sorprendieron en un restaurante en Medellín cuando me preguntaron si deseaba res o posta. La sorpresa surgió por el uso de la palabra “posta”, que forma parte de mi vocabulario pasivo. En mi infancia, era de uso común, pero actualmente, al menos en mi entorno, ha caído en desuso. El Diccionario de la Lengua Española contempla, en su tercera acepción, el término con el valor semántico de “tajada o pedazo de carne, pescado u otra cosa”. Por ello, no me resultaría extraño que dijéramos “posta de res” para diferenciarla de una de pescado, cerdo o pollo. Sin embargo, en el Diccionario del Español en Panamá se define “posta” como “pedazo grueso de carne de res, algunas veces con hueso, incluido en las comidas”; en el Diccionario de Americanismos, esta voz también alude a la carne de ganado vacuno.

No obstante, empleamos la palabra “presa” para referirnos a una porción de carne de cualquier tipo, y en algunos restaurantes de comida rápida encontramos casos como “combo de tres presas de pollo”.

Otra situación léxica que me consultan con frecuencia es cuál es la palabra correcta: ¿pluma o bolígrafo? Existe incluso una corriente que pretende desconocer la voz “pluma”. Jamás he escuchado a nadie decir que “Cervantes es el mejor bolígrafo de la lengua española”, ni que “Sinán es el mejor bolígrafo panameño”. Todos señalan que tanto Cervantes como Sinán son las mejores plumas en los casos indicados. Hay una tendencia que pretende imponer un sinónimo sobre otro, rechazando otras posibilidades. Además de bolígrafo y pluma (ambas aceptadas y de uso frecuente), existen otros términos como cálamo, esfero, esferográfica, estilográfica, y lapicero.

El Diccionario de la Lengua Española nos indica que “parquear” es sinónimo de “estacionar” y “aparcar”. No obstante, el Diccionario del Español en Panamá contempla otros usos semánticos que le damos a esta voz en nuestro país. Así, “parquear” significa también “detener insolencias ajenas con claridad” y, entre los jóvenes, “situarse en un lugar muy concurrido para conversar o, si ya se tiene edad, tomarse una bebida”. De esta voz se deriva “parquin”: “reunión de amigos que se realiza en un parque o patio de estacionamiento”; es decir, alude, además, a una fiesta.

Aunque cada vez es más frecuente que la gente use de manera uniforme la voz “coco” para nombrar el fruto del cocotero, existen algunas variaciones contempladas por el Diccionario del Español en Panamá: se llama “pipa” al coco joven; “pipote” cuando comienza a madurar; y “coco” cuando está maduro. Lo mismo ocurre con la palabra “plátano”, que se modifica con diferentes adjetivos para indicar su proceso de maduración: plátano (verde, amarillo, maduro, borracho). En Panamá, al igual que en Uruguay, se establecen diferencias entre “frijoles” y “porotos”, aunque en otras latitudes solo existen “frijoles”, que, dicho sea de paso, tienen variantes como fríjol, fríjoles, fréjol, fréjoles.

Existen muchos otros ejemplos que demuestran cómo las palabras varían en sus usos y significados dependiendo de las diferentes zonas e incluso de la edad de los hablantes, lo que nos lleva a la conclusión de que hay mucho por estudiar y conocer en cuanto al español que se habla en Panamá.

El autor es profesor y lexicógrafo.


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