Los nombres de las poblaciones pretenden establecer una relación entre el apelativo y un hecho o personaje que identifique al conglomerado.
Así, tenemos casos como el de Parita con el cual el distrito herrerano recuerda a un cacique precolombino.
Existen casos en que, por el catolicismo de la población, nominan a sus pueblos con nombres de santos: San Lorenzo, San Antonio, San Agustín, etc.
Inclusive, el nombre Panamá con el cual se conoce nuestro país, que se replica en la provincia y en el distrito capital tiene explicaciones llamativas, pues se dice que significa abundancia de mariposas, abundancia de peces y abundancia de un árbol llamado Panamá.
Sin embargo, existen nombres que me parecen muy curiosos, con los cuales se conocen algunas poblaciones. Por ello recuerdo que, en el año 2013, se celebró en Panamá el IV Congreso de Academias de la Lengua.
En una de las actividades me llevé una gran sorpresa, pues como santeño me parecía lo más común decir que yo vivía en la provincia de Los Santos. Sin embargo, en una conversación con el académico español Francisco Rodríguez Adrados, éste se echó a reír cuando le comenté de dónde era yo originario.
Recuerdo cuando, en medio de una carcajada, el viejo maestro me dijo: “No te creo que haya un lugar que se llame Los Santos”. Es evidente que le pareció muy extraño.
Ahora, me reencuentro con la obra Remembranzas vernaculares del maestro chiricano José Gabino Rivera Ledezma, investigador acucioso que recorrió el país para intentar desentrañar la esencia del panameño a través de los panameñismos en todas sus manifestaciones, incluyendo los diversos nombres de sus poblaciones.
Por considerar de gran importancia el resultado de la averiguación del maestro Rivera Ledezma, me permito señalar algunos de los nombres que a mí me causan la misma emoción que a Rodríguez Adrados le produjo el nombre de mi provincia.
En la provincia de Bocas del Toro, existen sitios con nombres curiosos como: Barranco Adentro, Las Treintas, Cerro Ñeque, Loma Yuca y Cayo Paloma. En Chiriquí, nos encontramos con: Bocalatún, Canta Gallo, Rabo de Puerco, El Tullido, Palo Grande, El Flor, Jurutungo, Quijá del Diablo, Chiquero y Mojarra. En Veraguas, existen pueblos llamados de la manera siguiente: Borracherita, El Zancú, Alto y Bala, Punta Delgadita, Alto de la Muerte, La Hueca, Cerró Culón, El Quirrí; en Herrera, por su parte, tenemos: el Caracucho y Los Matales; en Los Santos: El Tolú, Los Cabezos, La Pacheca, Los Peladeros, La Teta, La Gallinaza (sorprendente nombre, sobre todo si consultamos su significado en el diccionario). Por otro lado, en Coclé observamos territorios denominados: El Pajonal, La India Dormida, Juan Hombrón y EL Molejón; en la provincia de Panamá existen nombres de zonas como: Culigüeca, El Corrito, Palo Bobo y Los Yerbos; en Colón: Alfagía, Cuango, Cuipo, El Giral, José Pobre, La Escandalosa, Viento Frío, Sardinilla; y, en Darién, Boca de Trampa, Palo de Letras, La Curva, Punoloso y Canglón.
El maestro José Gabino Rivera Ledezma hizo un aporte abisal sobre el uso del español en Panamá y aunque su obra nunca fue terminada por el hecho de que el idioma siempre evoluciona resulta innegable que sus investigaciones son un verdadero reto para los investigadores actuales.
Frente a los resultados que él obtuvo y publicó, surgen nuevas interrogantes; por ejemplo: ¿cuál es el gentilicio de José Pobre, del Canglón, de Punoloso o Boca de Trampa?
Como puede verse, los nombres de las diferentes poblaciones son motivos para la realización de estudios más amplios y profundos, los cuales nos permitirán un conocimiento más adecuado de nuestra esencia como sociedad.
El autor es profesor y lexicógrafo