¿Sobrevivirán los partidos tradicionales panameños?



El futuro de los partidos políticos tradicionales está en juego debido a la forma en que se llevaron a cabo las votaciones para los directivos de la Asamblea Nacional. Los resultados electorales de mayo de 2024 y la composición heterogénea de la misma fueron resultado de la falta de vigilancia institucional por parte de los diputados de larga trayectoria durante el período 2019-2024, lo cual resultó en una pérdida subsiguiente de “capital político”. La próxima campaña electoral se perfila como una batalla polarizada entre los partidos políticos tradicionales y la “nueva generación”.

Durante la Primavera Árabe en los países del norte de África, los jóvenes salieron masivamente a exigir justicia social, libertad y dignidad, desafiando a los gobernantes de larga data. La palabra árabe “dégage” (lárgate) desde 2010 ha sido símbolo de renovación de las “aristocracias políticas” a través de elecciones democráticas, reflejando el hartazgo hacia los políticos tradicionales, conocido como “el dégagisme”.

Mientras los partidos políticos se centran en ganar votos, los movimientos sociales trabajan para cambiar las reglas del juego. En las urnas, el pueblo panameño ha enviado un mensaje claro y contundente: necesitamos una “regeneración moral” que restaure la aspiración redentora de la democracia por encima de los diputados eternos de la Asamblea. Los partidos tradicionales han evolucionado hacia una aristocracia criolla que se ha desconectado de la realidad social del pueblo.

En los últimos cinco años, los panameños han enfrentado creciente desigualdad, desempleo, inseguridad y deterioro en sus ingresos y salud, mientras que los diputados de los partidos tradicionales actúan como una nobleza que lucha por justificar sus privilegios y negocios.

Vivimos en una “democracia de audiencias”, donde la falta de transparencia en los auxilios económicos, la descentralización paralela y los privilegios del comité ejecutivo del partido tradicional han generado una gran indignación, manifestada en movimientos sociales en julio de 2022 y octubre de 2023.

Estos eventos, denunciados constantemente en redes sociales y sin respuesta efectiva de los partidos políticos tradicionales, han avivado emociones de injusticia, decepción y tristeza, transformándose en indignación expresada en manifestaciones callejeras. Las emociones negativas han movilizado la sabiduría popular, iniciando una “autocomunicación de masas” que resultó en una histórica participación electoral del 77.7% y un linchamiento público subsecuente.

Si bien los panameños siempre han sido propensos a la sentimentalidad, esta tendencia se ha intensificado con las nuevas tecnologías de la información, las cuales son inherentemente afectivas. En legítima defensa, el electorado utilizó su voto para establecer una representación directa entre los diputados recién electos y los miembros de sus respectivos circuitos electorales. A pesar de la masacre electoral, algunos partidos tradicionales lograron sobrevivir.

El pueblo espera que los pactos multipartidistas o acuerdos de “gobernabilidad” entre los partidos políticos tradicionales no se traduzcan en impunidad para ocultar auditorías necesarias sobre la descentralización paralela, los auxilios económicos, las licitaciones de seguros o las alcaldías en crisis.

Hay temas cruciales que debemos abordar como nación y es vital generar credibilidad con el pueblo. Las alianzas pueden fortalecer o debilitar la imagen de los políticos tradicionales, crucial para su supervivencia en la próxima contienda electoral. La forma en que votaron los diputados de los partidos tradicionales ha provocado movimientos dentro de estos partidos en busca de primarias anticipadas y la reforma del establishment.

El 95% de los panameños rechazó la opción de la reelección y 4 de cada 5 miembros del partido tradicional en el poder no obtuvieron la confianza para continuar en sus cargos.

¡Si no se brinda transparencia sobre la descentralización paralela de los últimos lustros, los jóvenes no los seleccionarán en 2029!

El autor es cirujano sub especialista.


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