La selección de los hombres y las mujeres que deben acompañar a los candidatos a la primera magistratura del Estado, ha generado un inusual debate. De pronto, esto se presenta como un precedente en la política nacional.
En el pretérito, el suplente de los candidatos presidenciales, por incoloro, era intrascendente. Y las razones de acompañamiento, por motivaciones económicas en muchos de los casos, no despertaban mayor interés de la ciudadanía.
La actual contienda electoral ha sumado de manera interesante el caso de los suplentes de los candidatos presidenciales, que emergen como un factor interesante. Nunca antes en la historia política de Panamá se había dado un fenómeno igual.
Para la población y para muchos, el suplente puede afectar o no al candidato principal, y si es cierto que el aspirantes titular a la presidencia es la parte visible, no menos cierto es que bastante tiene que ver quién hace las veces de suplente.
En la actualidad, las campañas estratégicamente diseñadas apuntan a lo que puede ser rentable al candidato y desde esa perspectiva direccionan.
Por ejemplo, en el caso del suplente del candidato principal del partido político mayoritario (PRD) , que apuesta a la juventud, el discurso ha de estrecharse porque ese partido no tiene el control de toda la juventud panameña, porque no le añade nada al candidato principal, y porque representa los intereses económicos de un sector. Este candidato suplente no genera emoción, y peor cuando el principal tiene un pobrísimo discurso, que no le permite compensar el déficit que presentan.
El oficialismo (panameñismo) hábilmente incorpora al escenario algunos elementos interesantes: la negritud, la mujer, el origen humilde , la formación profesional y el “colonensismo”. Esto pareciera darle un buen insumo al candidato oficialista para elaborar un discurso más amplio. Esta suplente le añade a la fórmula electoral oficialista y le resta a la candidatura anterior.
Por su parte, la oposición del partido que gobernó en el período anterior (CD), se hace de un comunicador, apostando a su popularidad, para la construcción de un discurso que impulse al principal y que le permita un mayor acercamiento con la gente. Este suplente sí ha generado alguna emoción, poniendo al electorado en el debate político, aunque insustancial, al menos de preocupación. La crítica no ha sido del todo positiva y pareciera que le aportará menos que lo esperado en los cálculos políticos.
Los suplentes de los candidatos de libre postulación son totalmente inadvertidos para la población. Si bien son figuras públicas y de allí considerados para las suplencias, no tienen una impronta en el votante. A mi juicio, no añaden o poco lo hacen a la figura del principal.
Por su parte, desde la genuina oposición, es decir, contrario a los candidatos de los sectores económicos, la suplencia del FAD se presenta como legítima a los intereses populares y sitúa la contienda política entre los de arriba y los de abajo, convirtiéndose en la representación de los sectores populares. Con un buen discurso aún no logra interiorizar en las mentes del votante-tal vez- por los prejuicios ideológicos construidos en su contra.
El autor es docente universitario
