RESISTENCIA. Si un Estado no va por ahí invitando a convictos a que huyan a su territorio, la pregunta que surge es la siguiente: el asilado, ¿quería o no quería el salvoconducto? Si no lo quería, entonces, ¿qué hacía todo este tiempo metido en la embajada de Nicaragua? ¿Para qué le pidió protección a Daniel Ortega, alegando ser un “perseguido político” y que su vida se encontraba “en riesgo de muerte”? Supuestamente fue por eso que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua otorgó el asilo y solicitó el salvoconducto a la cancillería panameña. Pero 414 días después, cuando finalmente le dan el aval, entonces dice que está “sorprendido”. ¿Acaso pretendía rechazar el salvoconducto y convertirse en un precarista en la embajada, para ver si alguien se atrevía a desalojarlo a la fuerza? Tras intentar eludir las consecuencias de sus actos con recursos de nulidad, demandas de inconstitucionalidad, candidaturas fallidas, propuestas legislativas de amnistía y hasta la pretensión de un nuevo juicio, finalmente este corrupto designado se va como un blanqueador convicto, prófugo. Y, como muchas jugadas se aprecian según las graderías desde donde se vean, se podría decir que se salió con la suya porque no irá preso. Ojalá ahora ningún otro condenado (expresidente o no) interprete que, para evadir su ingreso a prisión, solo tiene que escoger una embajada y esperar respuesta de la cancillería.
BRUNA. Una de las primeras que llegó ayer a dar sus condolencias a la embajada fue la funcionaria Jessica Canto, pese a que cualquiera habría pensado que a esa hora habría estado asesorando a alguien en la Asamblea Nacional, ya que se supone que es por eso que cobra un salario mensual de $5,000. Por supuesto, su jefa no era la que iba a impedir que Canto fuera a taquillar allá.
MININOS. Ayer hubo una manifestación para exigir la “libertad” de Martinelli frente a la sede de la misión diplomática. Suerte que no salió ninguna “rata” de la embajada a esa hora, porque no se sabe qué habría hecho cualquiera de los cinco gatos que había en la protesta.
POLOS. Mientras Alejandro Pérez se mostró dispuesto a pelear para que su ídolo no fuera enviado a Nicaragua, Camacho fue más conciliador y hasta aplaudió que Mulino se interesara por el bienestar y la salud de Martinelli. Eso solo demuestra que las huestes están en desbandada y que ya ni siquiera alinean su discurso.