El alcalde de la ciudad de Panamá, Mayer Mizrachi, ha cursado una invitación a título personal al exjugador de fútbol Thierry Henry. El mismo alcalde, que decidió en su momento “posponer” los concursos literarios León A. Soto y Changmarín porque “no hay plata” y por una deuda de 140 millones de dólares, es quien, en un acto de soberbia institucional, se inventa este desembolso sin propósito ni beneficio para la ciudad.
Este alcalde, igual que el presidente, ha demostrado que siempre hay plata para lo que les interesa y que, aun sin saber qué pasó con los famosos 500 millones que, según él, entraron en las arcas y se gastaron, siempre hay para viajar y hacer viajar a quienes quieran, haciendo creer a los votantes ingenuos que es bueno para ellos, aunque no se les resuelvan las necesidades básicas.
Pero organizan carnavales y desfiles navideños, asisten a Davos a decir obviedades sobre Panamá y el Canal y se hacen fotos casuales con mandatarios, como si de verdad estuvieran sumando aliados a nuestra causa. Pero, en el fondo, nos gustan, presidente y alcalde, porque, a pesar de no haber vicepresidente y de no avanzar en la reducción del Estado y del clientelismo (tampoco hay vicealcalde, otro que no hace diferencia), nos tienen amaestrados y resignados a aguantar cinco años. Y en eso sí somos buenos patriotas: nada de revocar un mandato presidencial, no, porque eso pondría en riesgo el negocio.
Thierry Henry no hace nada en Panamá. Para él, como para tantos ilustres visitantes, somos solo un escenario exótico, un “hub”, pero nunca un interlocutor intelectual válido, nunca una sociedad de artistas y pensadores serios. Es preferible futbolistas que ganen batallitas deportivas que el Estado no puede ganar, para hacerle creer “al pueblo” que “alcanzamos por fin la victoria”, mientras siguen mintiendo sobre nuestra circunstancia desde Estados Unidos y nosotros seguimos callados, cobardes y serviles.
El autor es escritor.