Trump y el Canal de Panamá



Las declaraciones del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, sobre el Canal de Panamá han generado diversas reacciones en los ámbitos diplomático e internacional. En estas afirmaciones, Trump cuestionó el control panameño del canal y sugirió que Estados Unidos debería tener una mayor influencia sobre esta vía estratégica, lo que algunos analistas consideran un acto de provocación, especialmente a la luz del derecho internacional y las relaciones bilaterales.

Según los Tratados Torrijos-Carter de 1977, cualquier insinuación de intervención estadounidense en el canal puede interpretarse como una amenaza a la soberanía de Panamá, en contravención de principios fundamentales del derecho internacional. Dichos tratados garantizan el control panameño del canal desde el 31 de diciembre de 1999, en un marco que respalda la independencia política y la integridad territorial del país.

El derecho internacional humanitario, conocido también como derecho de guerra, establece normas claras sobre la soberanía de los Estados y las condiciones bajo las cuales puede emplearse la fuerza entre naciones. Conforme a la Carta de las Naciones Unidas, los Estados deben resolver sus diferencias por medios pacíficos y abstenerse de amenazas o el uso de la fuerza. Aunque las declaraciones de Trump no constituyen en sí mismas un acto de guerra, sí pueden ser vistas como una provocación diplomática que eleva las tensiones internacionales.

El Canal de Panamá tiene una importancia estratégica indiscutible. Esta vía interoceánica no solo es esencial para el comercio global, sino que también representa un punto clave en el panorama geopolítico. Para Panamá, el canal simboliza su identidad nacional y es una fuente vital de ingresos; para Estados Unidos y otras potencias globales, su acceso y control tienen un enorme valor económico y militar. En este contexto, las declaraciones de Trump pueden interpretarse como un intento de presión que contradice los acuerdos internacionales vigentes.

Estas afirmaciones también podrían desencadenar reacciones de otros Estados interesados en la estabilidad de la región. La historia demuestra que los conflictos por rutas comerciales han sido causas recurrentes de tensiones internacionales, e incluso de guerras. Si bien es improbable que estas declaraciones desemboquen en un conflicto armado, podrían erosionar la confianza entre las naciones y generar inseguridad en el sistema internacional.

Desde la perspectiva panameña, la respuesta debe ser firme pero diplomática. Panamá tiene el derecho soberano de administrar el canal bajo los acuerdos internacionales y cuenta con el respaldo del derecho internacional para defender su posición. En cambio, para Estados Unidos, este tipo de retórica puede perjudicar su imagen y sus relaciones con América Latina. En un continente marcado por un pasado de intervencionismo extranjero, comentarios como estos podrían percibirse como un retorno a políticas hegemónicas, fortaleciendo movimientos que buscan distanciarse de la influencia estadounidense y acercarse a potencias como China o Rusia, que han mostrado interés creciente en el canal.

En conclusión, las declaraciones de Donald Trump sobre el Canal de Panamá trascienden los comentarios políticos habituales. Tienen profundas implicaciones para la soberanía panameña, la estabilidad regional y el respeto al derecho internacional. Aunque es poco probable que conduzcan a un conflicto directo, subrayan la necesidad de cautela y responsabilidad en los discursos de los líderes mundiales, especialmente cuando tratan temas tan sensibles como la soberanía y los recursos estratégicos. El Canal de Panamá debe seguir siendo un símbolo de cooperación internacional y respeto mutuo, evitando convertirse en un punto de tensión en las relaciones globales.

La autora es abogada.


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