En tiempos de paz, evaluar cuestiones de moralidad es un proceso mucho más sencillo que tras el inicio de las hostilidades armadas. No obstante, cuando la inevitable niebla de la guerra es más densa, la necesidad de claridad moral es mayor.
Desafortunadamente, incluso después de que el agudo peligro planteado por Hamás se hiciera dolorosamente evidente después de la masacre del 7 de octubre, la ausencia de claridad moral en muchos, como se ve en sus llamamientos a un alto el fuego inmediato, también se hizo evidente.
Algunos de aquellos que exigen un alto el fuego son partidarios impenitentes de Hamás, y su objetivo es negar a Israel el derecho a la autodefensa que asiste a cualquier otra nación. Al igual que esa organización terrorista reconocida internacionalmente, están motivados por el odio y desean ver destruido al Estado judío.
Muchos otros tienen objetivos más respetables y éticos, y no obstante, están muy equivocados acerca de las consecuencias de poner fin a la campaña militar sin erradicar a Hamás.
Un alto el fuego impuesto prematuramente, pondría en peligro vidas israelíes a diario, condenaría a los habitantes de Gaza a ser gobernados por un régimen represivo, debilitaría la estabilidad de la región y pondría en peligro la seguridad individual en todo el mundo, al inspirar a otros terroristas islamistas.
Constituiría un golpe para todo aquel que sueñe con la paz entre israelíes y palestinos. Mientras la Franja de Gaza esté gobernada por los fanáticos de Hamás, cuyo primer objetivo es reemplazar a Israel con un califato islamista, la coexistencia es imposible.
Lo más significativo es que permitir que esta organización terrorista genocida conserve sus capacidades militares y políticas garantizará que sean inevitables más conflictos, con todo lo que ello conlleva tanto para civiles israelíes como palestinos.
Lamentablemente, los civiles sufren en toda guerra. Israel lamenta cada pérdida de vida inocente y en contraste con el Hamás, realiza todo lo posible a fin de salvaguardar a la población no involucrada en Gaza.
Más allá de adherir estrictamente al derecho internacional, Israel ha adoptado medidas sin precedentes a fin de mitigar los daños a los palestinos inocentes. Estas medidas incluyen emitir advertencias para evacuar las zonas peligrosas y luego guiar a los civiles hacia zonas seguras, a pesar del daño causado al elemento sorpresa y el riesgo asociado para los soldados israelíes.
Por otra parte, Hamás ataca a civiles en Israel, lanza ataques desde zonas densamente pobladas de Gaza, impide la evacuación de los palestinos no involucrados, y utiliza a los civiles palestinos como escudos humanos. Comete un doble crimen de guerra al poner en riesgo intencionalmente a los civiles palestinos y atacar de un modo deliberado a los civiles israelíes.
La pérdida de vidas de no involucrados de ambos bandos es plena responsabilidad de Hamás. Además de iniciar la guerra, esta organización terrorista también coloca a los gazatíes en la línea de fuego, con la esperanza de generar suficiente presión internacional para forzar un alto el fuego prematuro.
En lugar de tratar a Israel como cualquier otra víctima de un ataque masivo y brutal a su población, se espera que Israel deponga sus armas antes de que pueda eliminar una amenaza mortal.
Después de que Estados Unidos fuera atacado en Pearl Harbor, no se registraron llamamientos generalizados a un alto el fuego, y la guerra finalizó con la capitulación completa de Japón.
Después de que la Alemania nazi conquistó la mayor parte de Europa, las democracias no solicitaron un alto el fuego. Se unieron para luchar, reconociendo que la Segunda Guerra Mundial sólo se ganaría, después de derrotar a los nazis.
Después de que Al-Qaeda asesinara a casi 3 mil personas el 11/09, los estadounidenses exigieron legítimamente una acción contundente para evitar otros ataques terroristas.
Después de que trascendieran las atrocidades perpetradas por ISIS, la comunidad internacional no apoyó el derecho de esa organización terrorista a continuar asesinando, secuestrando y esclavizando a las mujeres.
En todos estos casos y en innumerables más, la agresión se encontró con una respuesta firme, así como con el apoyo público a esas acciones. Israel tiene el mismo derecho inherente a la legítima defensa.
El ataque del 7 de octubre debería haber sido un llamado de atención internacional, demostrando que los fanáticos yihadistas en Gaza nunca aceptarán la existencia de Israel en ninguna de sus fronteras. Hamás siempre elige la muerte por sobre la vida y sus terroristas se regocijan violando, torturando y asesinando, mientras secuestran a los sobrevivientes, desde bebés hasta ancianos, para utilizarlos como rehenes.
Los líderes de Hamás declaran orgullosamente que habrán de repetir estos actos inexcusables, siempre que se les presente la oportunidad. Dadas sus amenazas incesantes y sus horrendos actos, ha quedado más que claro que no se puede permitir que Hamás se reagrupe, se rearme y vuelva a atacar.
Aquellos que ahora están realizando un llamamiento a un alto el fuego, en realidad están diciendo, que Israel debería ignorar este peligro constante para su población civil. Pues bien, los israelíes no pueden vivir así, y se niegan a renunciar a su derecho de autodefensa o a sus sueños de vivir en paz y seguridad.
El autor es embajador de Israel en Panamá