¿Seremos capaces de darnos una política del acceso al libro que incida sobre la superación de esta creciente desigualdad?
Emilia Ferreiro
Cuando en el primer debate de los candidatos a presidencia uno le preguntó a otro que qué haría para solucionar los aprendizajes de los estudiantes en matemática, la respuesta debió ser: “Trabajar por mejorar la comprensión lectora”, porque hasta para aprender matemáticas se requiere saber leer y comprender. Sin embargo, ninguno de los candidatos mencionó, en el tema de la educación, el problema de la lectura ni la cultura. Tampoco se mencionaron las políticas de lectura, escritura y oralidad; mucho menos se mencionó la palabra biblioteca, teniendo cada una de ellas evidencia científica de que su atención es importante para mejorar la educación.
Esto puede ser un indicador de que ninguno de los candidatos tiene considerado, dentro de sus planes sobre educación, el problema de la lectura o, pudiera significar, que no tienen en su agenda como una necesidad potenciar la lectura como elemento esencial para el desarrollo integral de la educación en el país. Cuando se habla de educación en Panamá se olvida que hay un compromiso del Estado que han firmado los mandatarios en sucesivas reuniones donde se han comprometido a fortalecer, por ejemplo, las bibliotecas públicas y escolares, las políticas de lectura, la promoción de la lectura en la primera infancia, el fomento de acciones de la construcción ciudadana desde la formación de mediadores, a mejorar los presupuestos de los planes de lectura, entre muchos más.
La palabra cultura brilló en su ausencia. Pese a que en nuestra Constitución reza en el Artículo 80: “El Estado reconoce el derecho de todo ser humano a participar en la cultura y por tanto debe fomentar la participación de todos los habitantes de la República en la cultura nacional” (...)
“Que la cultura en sus diversas manifestaciones es el fundamento de la nacionalidad y por ello la promoción y protección de la diversidad cultural requiere del desarrollo de una industria editorial local, asi como condiciones que faciliten el acceso al libro y a la lectura”.
Por otra parte, y tal vez más preocupante todavía, fue que no se hizo ninguna alusión a la relación que existe entre la pobreza persistente, la desigualdad, el entorno marginal con el desarrollo cognitivo desde muy corta edad y que esto tiene un serio impacto en el aprendizaje. En un estudio científico del Dr. Joaquín Rodríguez podemos leer: “El origen social influye de manera determinante y duradera en la adquisición de vocabulario, la complejidad de la expresión y la interiorización de las expectativas de evolución escolar y social”.
Ninguno de los candidatos fue capaz (en el ridículo tiempo que les dieron para exponer) de mencionar, o al menos aludir, que cuando las familias viven con estrés económico en escenarios empobrecidos y condiciones sociales de desigualdad, y sumado a eso no tienen en su entorno escuelas ni bibliotecas dignas, ni equipamientos como centros culturales sino a cambio tienen cantinas, casinos y bodegas, lo que provoca una brecha de desigualdad que va a lastimar el aprendizaje del lenguaje en todas sus formas.
Ninguno de los candidatos estuvo ni siquiera cerca de pensar, al menos en 30 segundos, en la necesidad urgente de invertir, desde la cultura, en el capital humano de la primera infancia, porque ignoran la importancia que tiene la cultura en el desarrollo sano de los niños y cómo, a la hora de intervenir como componente reparador, la cultura reduce los niveles de estrés económico y ayuda a equiparar las oportunidades. Ninguno de ellos fue capaz de pensar, al momento de hablar de educación, en que la intervención en la primera infancia puede reducir las
diferencias socioeconómicas y la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Uno de los problemas de la educación en Panamá es que no hemos sido capaces de fomentar la articulación de todos los agentes que desde muchos espacios forman un escenario que podría ayudar a intervenir en una mejor enseñanza. No tenemos preocupación por construir alianzas estratégicas a fin de realizar acciones destinadas a trabajar juntos el ejercicio efectivo del derecho de aprender. Pensamos que la lectura, por ejemplo, es un problema solo del sector educación.
Lo que se requiere para unificar esfuerzos entre los diversos sectores de la sociedad (solo pensar en la cantidad de gremios de docentes, da miedo) a fin de establecer una política educativa y cultural que tenga al libro, la lectura, la escritura y la oralidad como soportes esenciales para mejorar la mayoría de los problemas de la educación y cohesionar a la sociedad panameña, es una buena dosis de amor por los niños y jóvenes del país, pero a nadie le importa.
Si yo pudiera hacer una sola pregunta a los candidatos sería esta: ¿Qué propone para que el país tenga un proyecto de nación desde la idea de la cultura como modelo de desarrollo integral? Estoy seguro de que esta pregunta no la van a hacer en ninguno de los debates. Al menos tengo la esperanza de que en el próximo debate mencionen la palabra cultura.

