Aquí, como todos los años, un mes de abril más, el llamado mes de la Concienciación sobre el Autismo. Una condición que trata de aprovechar la atención desteñida que se le da para tratar de brillar contra toda adversidad, indiferencia, discriminación y, lo peor, tratando de salir del olvido de todas aquellas autoridades que llevan en la frente la misión de rescatar la dignidad de una población que tiene que arar en el mar para sobrevivir en el mundo de la crueldad en el que está inmerso.
Es loable el esfuerzo que realizan profesionales, madres y padres de familia, y personas ajenas a la condición por incluir a la población con discapacidad en actividades en beneficio de sus actitudes y aptitudes de cara a la evolución de un diagnóstico cuyo objetivo es que nuestros niños, jóvenes y adultos logren ser un ente paralelo y no una muletilla utilizada a conveniencia de los objetivos de la sociedad civil, gobiernos y empresas.
Este abril, como todos los abriles, se refleja el sentimiento carnavalero del desprestigiado color azul. Empresas, programas televisivos matutinos, noticieros, colegios, instituciones y aseguradoras visten cual comparsa, únicamente durante el mes de abril, de camiseta azul, globos azules, post gratuitos, siembra de globos azules... Todo esto durante un solo mes, durante el mes de la Concienciación sobre el Autismo.
Abril se vuelve un mes solidario, donde la iluminación teatral recae sobre una población limitada a su entorno y a merced de quienes quieran incluirlos. Se dan los golpes de pecho de fomentar una conducta solidaria. Convierten estos 30 días en un mundo mágico cuyo hechizo se disuelve como la Cenicienta no a las 12 de la noche, sino el 30 de abril a medianoche.
A partir del 1 de mayo, regresan a la realidad las personas con autismo, donde vuelven a caer en el fondo del saco de las prioridades de una sociedad que durante un mes se vuelve empática y esa misma sociedad se vuelve el verdugo de nuestra población vulnerable no por la condición, sino por la violación de sus derechos.
Onces meses es el verdugo de una población que no pide favores ni debe estar a merced de una sociedad irrespetuosa. Es un mes caracterizado por el comportamiento incoherente de una sociedad con máscara de bondad, instituciones azuladas y cada vez menos concienciación; con el tiempo, al mes de abril solo le va quedando el título.
Incoherente un colegio con suéteres azules que no tiene en su población estudiantil personas con diagnóstico de autismo que requiera la milla extra o niegan la aplicación de las adecuaciones que por ley son obligatorias, dependiendo el caso. Todo esto a la luz de la máxima rectora de la educación del país.
Incoherente una aseguradora que incluya en sus redes sociales post del mes de abril, pero niegan pólizas de salud a nuestra población.
Incoherentes televisoras con sus caras alabando el color azul, pero dentro de sus recursos humanos son escasos o nulos los programas de inserción laboral por no tener las agallas de contratar personas con discapacidad que implique un reto.
Incoherentes nuestros rectores de la salud, con encendida de luces azules, con un sistema de salud improvisado.
Incoherente un Estado solidario y comprometido que mantiene en el olvido por egoísmo político al Instituto Especializado de Neurodesarrollo Integral (Iendi), inversión que redundaría en una población necesitada de una intervención temprana después de un diagnóstico.
Incoherente una empresa privada que obligue a sus empleados a vestir de azul y esa misma empresa no cuenta con políticas de atención para nuestra población con discapacidad y sus familias.
Simplemente incoherente, un mes de valor social lleno de halagos, valoraciones, análisis y empatía, y 11 meses de indiferencia, distanciamiento, frialdad y agresividad ante todo lo que conlleva compartir con nuestra población en sociedad.
La autora es madre de un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA)