En mis ratos de ocio encontré un artículo que en alguna medida cambió mi estilo de vida, en el que una sicóloga, cuyo nombre desafortunadamente no anoté, describe cómo el estoicismo (corriente filosófica griega, atribuida a Zenón de Citio, siglo IV A.C.) puede ser utilizado no sólo para manejar situaciones de crisis, sino para sacar provecho de ellas. La frustración se presentó cuando al buscar su definición me encontré con una gran diversidad de opciones, donde el denominador común parece ser la búsqueda de la felicidad y la paz mental. Por tales discrepancias, me tomaré la libertad de dar mi opinión al respecto.
Aunque esos innumerables conceptos sobre estoicismo fueron abrumadores para este servidor, donde hasta un asesino en serie podría ser considerado estoico, no fue difícil comprender el porqué de la situación encontrada, debido a que nuestra vida está dirigida a buscar esa felicidad y cada uno de nosotros lo hace a su manera. Irónicamente, tampoco me motiva invitar al lector a buscar una definición de dicha corriente filosófica. En su lugar, lo exhorto a leer y extraer los aspectos que estime comprensibles y aplicables.
La frustración sobre la definición de estoicismo se redujo al leer otro artículo (lo siento, tampoco lo anoté), en el que se indica que de la época en que se desarrolló el estoicismo es más fácil encontrar críticas que explicaciones de dicha corriente, posiblemente por la tendencia de muchos a tomar en serio un concepto filosófico, hasta caer en el fanatismo. La adopción fanática del estoicismo la asocio a la adicción a sedantes, productos que al salir al mercado fueron tan famosos que muchos llamaban “píldoras del no me importa”.
En ese proceso de lectura sobre el estoicismo no pude evitar recordar esas estrategias, aparentemente estoicas, que algunos líderes religiosos utilizan para ganar adeptos, donde el logro de la felicidad eterna, en base a la protección de un ser superior, es el denominador común. Incluso, también recordé las palabras de un joven estudiante al manifestar que le era imposible tirar por tierra la religión que sus padres le habían inculcado desde niño. Otra actitud que a mi juicio puedo atribuir al estoicismo tradicional.
Ese estoicismo popular también se aplica en el comercio, cuando en toda cuña propagandística se nos quiere hacer ver que con adquirir un producto lograríamos esa anhelada felicidad. Pareciera entonces que casi todo lo que hacemos y nos rodea tendrá características estoicas.
En mi opinión, y con el respeto a los filósofos, me atreveré a manifestar que estoicos no son aquellos que toman acciones para ser felices, sino aquellos que logran esa plenitud al darse cuenta de lo que deben hacer. Considero al estoicismo como una actividad mental no manual, que resumo en simplemente “tomar las cosas con calma”, porque quien no lo haga podría aplicar la frase “el fin justifica los medios”, donde al final no queda mucho para celebrar y pocos con quien celebrar.
El autor es docente universitario