El 5 de noviembre de 2024, el pueblo de Estados Unidos eligió como gobernantes para los próximos cuatro años a la fórmula Trump-Vance. Con el eslogan “America First” (“Estados Unidos Primero”), lograron atraer a la mayoría de los votantes gracias a sus consignas conservadoras.
Los análisis postelectorales revelaron una sorpresa para un sector significativo: la campaña ganadora no solo triunfó en el Colegio Electoral, sino que también obtuvo la mayoría del voto popular. Aún más llamativo fue su desempeño entre la comunidad latina, donde el Partido Republicano logró un resultado histórico al captar el 45% de los votos de este segmento. Este dato cobra especial relevancia considerando que el entonces candidato, hoy presidente, prometió —y ahora implementa— el mayor programa de deportaciones en la historia del país.
Más allá de fronteras, la migración descontrolada y masiva genera preocupación en los gobiernos, en las poblaciones locales y también entre los migrantes ya establecidos. La inseguridad, el aumento del costo de vida, la competencia por empleos bien remunerados y los desafíos de integración figuran entre las principales inquietudes asociadas a este fenómeno.
Estas tensiones, arraigadas en el instinto humano de supervivencia, han derivado en conflictos en diversas regiones. En agosto pasado, el asesinato de tres niñas en el Reino Unido provocó la indignación de un sector de la población, derivando en disturbios violentos. Inicialmente, el crimen se atribuyó a un inmigrante, aunque luego se confirmó que el responsable era un británico de padres extranjeros. En Alemania, disturbios similares estallaron en diciembre tras un ataque en un mercado navideño que dejó nueve muertos; en este caso, el agresor era un inmigrante reasentado en el país hacía casi dos décadas. En América Latina, países como Estados Unidos, Perú, México, Chile y Panamá han encendido las alarmas ante la presencia del Tren de Aragua, una organización criminal conocida por su violencia.
A nivel global, los movimientos conservadores han hecho de la lucha contra la inmigración descontrolada un pilar de sus campañas electorales. Partidos de derecha y ultraderecha en Alemania, Francia, Italia y otros países han capitalizado el temor al impacto de los flujos migratorios en los estilos de vida tradicionales, impulsando un giro en las políticas de acogida.
Según las últimas cifras del Gobierno panameño, el número de migrantes que ingresan por la frontera colombo-panameña ha caído drásticamente. Si bien las medidas locales han contribuido a esta reducción, gran parte del impacto proviene de los mensajes firmes emitidos por la administración estadounidense, dirigidos tanto a los países que no habían tomado medidas como a quienes consideraban sumarse a los flujos irregulares.
La migración ha sido y será parte de la historia de la humanidad. En sí misma, no es negativa; por el contrario, se reconoce el valor de quienes contribuyen positivamente a la sociedad, ya sea como inversionistas, turistas, trabajadores calificados o emprendedores. Sin embargo, también se condenan las acciones que atentan contra los valores y principios de una comunidad cohesionada.
El objetivo común debe ser una migración segura, ordenada y regular.
El autor es abogado y fue director jurídico de la Cancillería panameña.