Ya dijimos y repetimos que en el último lustro, el país ha sufrido un deterioro económico, financiero, social y moral sin precedente.
Reitero que el recuento que ahora sigue no está inspirado políticamente. Apunta a los fracasos estructurales y que ponen a la futura administración y al país, en una coyuntura difícil, volátil, y donde tomará más de un lustro revertir estas inexcusables incompetencias.
En la entrega anterior, señalamos lo que cupo en el límite editorial. Pero hay más.
La inútil, costosa y peligrosa seguridad: La perspicacia criolla viene presintiendo un creciente malestar con el Ministerio de Seguridad. Lo perciben porque la seguridad ciudadana se deteriora y el aparato de seguridad se ve cada vez más gordo, inútil y prepotente. ¡El pueblo tiene toda la razón!.
Producto de la indolencia y la complacencia, hoy tenemos un aparato de seguridad donde menos del 25% de gestión del recurso humano vela por la seguridad en las calles. Lo demás es grasa y burocracia. Una institución de jerarquía invertida, donde hay más capitanes que tenientes y más tenientes que sargentos, y así. Sin contar el incontable número de comisionados, gordos y circunspectos con jubilaciones y sueldos obscenos.
Pero, engreídos por la sumisión del Ejecutivo, la altanería que viene con el uniforme y la idea de ser los héroes de la patria en las fronteras, reorganizar este monstruo va a ser delicadito.
El fracaso de la fiscalización a los servicios públicos: El modelo “privatizador” que articuló el PRD a fines de los noventa, suponía un elemento regulatorio que normara el oligopolio y que pudiera sancionar a los operadores por los abusos o la carencia de atención al consumidor.
Cierto es que, el deterioro de la fuerza fiscalizadora viene de varios gobiernos. El regulador perdió competencias, recursos y garra. Pero en este quinquenio, también se perdieron las ganas de apoyar al ciudadano.
Ahora, las faltas de atención a las redes eléctricas, y de telefonía son frecuentes y prolongadas. Volcán, en Chiriquí, pasa días enteros sin internet. El Valle de Antón, por años y todos los días tiene varias interrupciones eléctricas. Las quejas de la comunidad se ignoran y el regulador no quiere o no puede lograr el fiel cumplimiento de los contratos.
La falta de firmeza y la frustración de la gente, da tracción a la idea de re-estatizar los servicios públicos. De vuelta al pasado, por falta de enfoque y hormonas.
La politización y destrucción de la excelencia universitaria: Todo el sistema educativo está en cuidados intensivos. Menos grave estaban las universidades estatales, que defendían a diente y colmillo su autonomía. Hasta que el PRD descubrió el potencial de la educación superior para refugiar a copartidarios con buenos sueldos y cargos rimbombantes.
Y la asociación ha sido muy productiva. La Asamblea dota de pingues recursos a las universidades públicas y estas corresponden con planillas abultadas que poco o nada contribuyen a engrandecer el conocimiento. El caso emblema es la Universidad Autónoma de Chiriquí. (Unachi).
Desde que diputados del PRD descubrieron la Unachi, las asignaciones presupuestarias y los rangos de los nombramientos son excesivos sin que medie una medida objetiva de mejor educación. Al contrario, las autoridades universitarias y de allí, las académicas, son escogidas en una mezcla de politiquería y reinado (de muy poca belleza! ). Nada más lejano de un ambiente de estudio, ciencia y excelencia.
La Unachi es quizá la peor. Pero el sistema público de universidades tiene su autonomía vendida a los políticos. Esto hay que encararlo y cambiarlo. Y dedicar los recursos donde más cuentan, la primaria y secundaria. A ver si dejarnos de subsidiar la corrupción política disfrazada de profesor de medicina con tareas en el Legislativo.
El fiasco de la mina: La mina es un tema abierto, un episodio increíble, que combinó la incompetencia técnica, legal y política del gobiernito, con un cabreo monumental del pueblo contra el cuento y el zigzagueo que nos han recetado por 5 años.
Ahora la mina se parece a cerro Patacón, hay que esperar que termine de arder.
Y cuando pare de arder, podremos, de a poco, ir recogiendo consensos. Si hubiese mina, se debe repensar el modelo de propiedad y de gestión, incluyendo un operador fresco. Si no hay mina, habrá que buscar con el operador una salida lo menos onerosa al país.
Y… encarar el reto minero, con país enredado, con todo lo dicho arriba, es como tratar de cambiar la llanta “flat” con el carro rodando.
Dos reflexiones: Cuando al estilo de Miró, “revuelvo la mirada y … siento espanto” de lo que he descrito en estos dos artículos, me atropellan dos reflexiones.
La primera que, debemos adoptar y defender propósitos nacionales. Si mínimamente pensáramos en la Patria, PPC, Mina, servicios internacionales, y servicios públicos, serían otra cosa. Y seguramente con otros resultados. Pero no. Seguimos “culitranqueando” ante el “gran padre blanco”. Siempre de rodillas.
Aparte de la hipocresía patriotera, la otra reflexión que me atropella es el desprecio a la transparencia y a la rendición de cuentas. La opacidad delictiva y el irrespeto al ciudadano, conque, este gobierno, ha pretendido esconder sus actos, no les ha logrado otra cosa que decidir mal y actuar peor. Y de paso, ganarse el desprecio ciudadano.
Ojalá, el que viene, enfrente este entuerto pensando en el país y su deber con el ciudadano. La frágil situación no da para ganancias rápidas y fáciles. Pero inspirado en la convicción por encima de la conveniencia, siempre transitará bien acompañado; por la honestidad y por la gente buena, que somos más.
¡Prohibido olvidar!
El autor es director de la Fundación Libertad

