Ante un panorama poco alentador y una larga lista de desafíos en lo social y en lo económico, existe una oportunidad en la que los ciudadanos podemos aportar con nuestras habilidades a iniciativas para realizar cambios. A través de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) que están incidiendo en el país, es factible identificar las respuestas a los retos comunitarios a través de proyectos vinculados a desarrollo local en temas como sanidad, educación, seguridad alimentaria y ambiente.
Es noticia recurrente la existencia de retos importantes en cuanto a facilidades para educarse en las zonas rurales y comarcales del país. Es un cargo a la conciencia nacional las vidas cobradas por las crecidas de ríos en las montañas de la comarca Ngäbe Buglé. En el periodo 2014-2019, se estableció una estrategia de construcción de zarzos que mejoró la accesibilidad en contados lugares. Lastimosamente, esta iniciativa fue abandonada. Retomar estos proyectos de infraestructura ayudará a minimizar los riesgos a los que se enfrentan los estudiantes. También sería una iniciativa de gran apoyo a los lugareños que necesitan trasladarse entre comunidades o requieren movilizar mercaderías.
Ante un déficit en las arcas del Estado y un cada vez más preponderante rol de la sociedad civil, existe la oportunidad para que, a través de proyectos públicos que utilicen recursos focalizados, la sociedad civil representada por los ciudadanos, las ONGs y las empresas privadas puedan, juntos, dejar un legado para un mejor Panamá. Estos esquemas de colaboración no son nuevos: los hemos visto en el pasado. Recuerdo cuando era necesario el aporte de los hogares para el comedor escolar o la junta de personas para el mejoramiento de carreteras. Estas actividades aún ocurren en zonas alejadas, como lo son las juntas para mantener el acueducto rural o las tomas de agua. Esta modalidad de hacernos cargo de aspectos comunitarios no debe perderse. El resultado es mayor y el impacto no solo queda en los pobladores sino que sirve de ejemplo para niños, niñas y adolescentes. Hacernos parte de la solución no debería ser una opción.
Un ejemplo de la comunidad en acción es la reciente iniciativa en el barrio Cuatro Pinos del corregimiento de Chichica en Munä de la Comarca Ngäbe Buglé. El joven Rubén Darío Rodríguez, junto a un grupo de jóvenes y adultos, iniciaron una jornada de limpieza, con el objetivo de recoger la basura, limpiar cunetas, entre otros trabajos, con la idea de mantener una jornada regular cada quince días.
Las personas entre 15 y 40 años representan casi el 50% de la población panameña, según el censo de 2023. Es un indicador de que hay una población joven que pudiera ser de apoyo en diferentes iniciativas, para llevar adelante la ejecución de proyectos, ya sea a través de programas ya desarrollados como el del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana (LLAC), una iniciativa de Jóvenes Unidos por la Educación con el Canal de Panamá, que ha formado a cientos de jóvenes entre 15 y 24 años de todo el país, incluyendo las diversas comarcas, donde se les ofrece un espacio para aprender y crear proyectos de impacto en sus comunidades. El sector privado pudiera articular sus actividades considerando los nuevos criterios ESG (ambiental, social, transparencia y buen gobierno), un enfoque que va más allá de su aporte a la economía en cuanto al empleo y a la comercialización de bienes y servicios, de manera que ofrezca apoyo y aporte a iniciativas de interés común.
Panamá tiene retos importantes que pueden ser encarados si articulamos voluntades, recursos y alcance. ¡Ganemos todos! Podríamos combatir los efectos del cambio climático y las carencias en cuanto a acceso a servicios básicos, mejorar la educación, la salud, y, ante todo, llevar esperanza y oportunidades a todos los panameños.
Mi llamado es a todos los que formamos parte del triángulo virtuoso para la transformación de nuestras comunidades. Hagamos la diferencia y avancemos a fin de ofrecer mejores oportunidades, utilizando todos los mecanismos éticos y eficaces para reconstruir el país, llegar a los lugares más alejados y dejar huellas para el futuro.
El autor es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación.
