El suelo es un componente fundamental del ambiente. Está constituido por minerales, aire, agua, materia orgánica, macro y microorganismos que desempeñan procesos vitales y cumplen funciones importantes para la sociedad y el planeta. Pero sobre todo el suelo es un ser vivo, que respira, come, bebe, se enferma, se alegra y sufre por las actividades destructivas que realiza la humanidad.
La fertilidad del suelo depende primordialmente, de los macro y microorganismos que lo habitan: en un gramo de suelo puede haber más de 10 millones de microorganismos, benéficos en su mayoría. La fertilidad del suelo radica en 3Ms - Minerales, Materia Orgánica y Microorganismos -, y del equilibrio y estabilidad de ese conjunto. Un suelo deja de ser fértil cuando pierde la vida en su interior y tiene que depender de insumos externos.
Aún hoy día, las escuelas y hasta las Universidades enseñan que la única manera de producir alimentos es mediante el uso de agroquímicos y plaguicidas, lo cual no es del todo cierto. Se forman así agrónomos y otros profesionales “recetadores” de fertilizantes químicos y plaguicidas sintéticos para producir alimentos. Hoy casi todos los alimentos que consumimos contienen trazas - y a veces altos contenidos - de plaguicidas, que tienen efectos muy desfavorables y hasta letales para la vida en el planeta.
Existen otras formas, menos contaminantes de producir alimentos sosteniblemente. La naturaleza nos ofrece modelos claros del uso de la biotecnología en la producción sana de alimentos. Se conoce del uso de insectos parasitoides (insectos que matan insectos), hongos y nemátodos entomopatógenos (organismos que matan insectos), hongos y bacterias que contrarrestan el ataque de organismos patógenos en plantas.
El aire que respiramos contiene 78% de nitrógeno: en el suelo viven algunas bacterias que fijan nitrógeno del aire, y ese elemento es esencial en la nutrición de plantas. De igual modo, existen bacterias que hacen soluble el fósforo para la asimilación por las plantas. Y estos son apenas algunos ejemplos.
Tenemos que aprender a trabajar con la naturaleza y no contra ella. Con esfuerzo, fé, pasión, ciencia y paciencia es posible cambiar el rumbo destructivo de la producción de alimentos, y redireccionar la agricultura por una ruta sostenible, rentable y productiva.
El autor es director de CIAPCP-AIP, productor Orgánico e integrante de Ciencia en Panamá.