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Una apuesta por el futuro

En julio de 2023, la entonces secretaria de Comercio de los Estados Unidos, Gina Raimondo, anunció durante una visita a Panamá la inclusión de nuestro país como uno de los aliados estratégicos dentro del marco de la Ley CHIPS. Esta legislación, aprobada por el Congreso estadounidense, busca fortalecer la producción global de semiconductores y reducir la dependencia de Asia. Panamá fue considerada por su potencial para desempeñar un papel clave en la fase de ensamblaje, empaque y prueba de semiconductores, conocida en la industria como ATP, una etapa fundamental de la cadena de valor y aún dominada por países con bajos costos de producción.

Este logro en 2023 fue el resultado de un trabajo sostenido por parte de funcionarios panameños, particularmente desde la Embajada de Panamá en Estados Unidos, además de un grupo de profesionales comprometidos con proyectar al país hacia sectores de alta tecnología, y con el apoyo de instituciones como la Universidad Tecnológica de Panamá, la Autoridad Nacional para la Innovación Gubernamental, la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), entre otras. Como respuesta, Panamá asumió con seriedad el compromiso de establecer las condiciones necesarias para integrarse a esta cadena de valor, adoptando medidas concretas que hoy empiezan a delinear un nuevo rumbo.

Uno de los primeros pasos fue la creación de un grupo de trabajo interinstitucional que derivó en la emisión del Decreto Ejecutivo No. 7 del 30 de abril de 2024. Este instrumento legal sentó las bases para el desarrollo del ecosistema nacional de semiconductores, estableciendo un marco para fomentar la investigación, facilitar la inversión y coordinar acciones entre los sectores público, privado y académico.

Del decreto emanaron tres iniciativas clave: la formación de la Comisión de Innovación en Microelectrónica y Semiconductores, la creación del Centro de Tecnología Avanzada en Semiconductores (C-TASC), liderado por la Universidad Tecnológica de Panamá, y la elaboración de una estrategia nacional orientada a posicionar a Panamá como un actor relevante en esta industria.

El 31 de octubre de 2024, dicha comisión aprobó formalmente la Estrategia Nacional de Semiconductores y Microelectrónica, un documento que propone cuatro líneas estratégicas de acción para guiar este esfuerzo de transformación. La primera se enfoca en el desarrollo del talento humano, con programas educativos diseñados para atender las necesidades del sector, en colaboración con instituciones de prestigio. La segunda línea busca establecer un ecosistema de negocios dinámico y propicio para la innovación, atrayendo inversión extranjera y promoviendo la articulación entre actores nacionales. La tercera aborda la necesidad de consolidar una infraestructura tecnológica y un marco legal moderno que respalde las operaciones de la industria. La cuarta, no menos importante, pone énfasis en la seguridad, tanto en términos de ciberseguridad como de protección de propiedad intelectual y control de insumos estratégicos.

Estas acciones descansan sobre una serie de ventajas que Panamá ya posee y que la distinguen en la región. Nuestra ubicación geográfica, conectividad logística, economía dolarizada, estabilidad institucional y reputación como centro de servicios globales han sido factores determinantes en este proceso. A ello se suma el compromiso con la sostenibilidad, reflejado en una matriz energética renovable superior al 70% y el estatus de país carbono negativo, elementos cada vez más valorados por las empresas tecnológicas.

No obstante, lo más importante de esta estrategia es su carácter colectivo. Participan ministerios, universidades, agencias de innovación, zonas francas, organizaciones internacionales y empresas privadas. Es un proyecto país que busca replantear el rumbo económico e industrial de Panamá para los próximos años, abriéndole las puertas a sectores de alto valor agregado y al conocimiento intensivo.

La integración de Panamá en la cadena global de semiconductores no es solo un logro diplomático o una oportunidad de inversión; es una apuesta por el futuro. Significa entrar en una industria que será clave para el desarrollo económico global, lo que permitirá impulsar empleos de calidad y proyectar al país como un hub no solo logístico, sino además tecnológico del siglo XXI. Esta vez, como ocurrió con el Canal, Panamá tiene la oportunidad de convertirse nuevamente en un punto neurálgico del comercio y la innovación mundial.

El autor es asesor en políticas de innovación de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.


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