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Una foto, por favor…

El espectáculo del lunes 17 de agosto en la Casa Blanca -la reunión de Donald Trump, su séquito de secretarios con fuerza de esbirros, el disminuido y ronco presidente Volodímir Zelenski, los líderes de países europeos y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte- fue algo diferente a aquel encierro el pasado febrero, cuando acusó al presidente Zelenski de iniciar la guerra de Ucrania, ser un gobernante nazi no electo y antipopular, que se negaba a probarse en elecciones y no saber vestirse para la ocasión. Ayer, le celebró el traje negro y le honró con su visita. El mentiroso patológico se permite todas las sorpresas y todas las falsedades.

Algunos no estarán de acuerdo conmigo. La desconfianza en un individuo falaz me pone de alerta.

Entonces y ahora, sus peones sellaban su boca para no dejar escapar ninguna mueca de asombro, los músculos de sus caras contraídos y más paralizados que los de un enfermo de Parkinson, y las piernas juntas como una dama bien sentada, a un lado y terciados esta vez, para decir algo como esto: “aquí estamos los caballos de Troya, no se animen a desmentir o contradecir al presidente Trump”. No me extrañaría que estuvieran bajos los efectos de una calculada dosis de estricnina, para evitar cualquier error o asomo de contrariedad.

El acostumbrado teatro de regaños, mofa y lisonjería barata y falsa se armó sin vergüenza alguna: el presidente de Francia, Emmanuel Macron; el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer; el canciller de Alemania, Friedrich Merz; la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni; el presidente de Finlandia, Alexander Stubb; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.

El canciller de Alemania, Friedrich Merz, a pesar de escuchar repetidamente el falso sentimiento de admiración por él y respeto por su envergadura y carácter, en una sola observación y exigencia, le destapó el resumen del introito de este encuentro teatral: no se negocia si no se detiene la guerra. No le quedó otra cosa que repetir, lo que ya había dicho a la prensa, “se negociará sin la premisa de detener la matanza de la guerra”, a sabiendas que eso no es otra cosa que un negocio con la pistola en la sien de Ucrania, otro negocio con coerción, como los que él acostumbra a iniciar. El baile de los ojos de Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, como el nistagmo circular del tumor cerebral, iba de un extremo al otro de la mesa, que separaba a Trump de Merz.

No se puede negociar sin un alto al fuego. Aceptarlo es arrodillar al país invadido, es seguir destruyendo vidas y propiedades con el único propósito de doblegar, no solo la voluntad humana, sino la justicia. No se puede negociar la seguridad territorial en toda Europa por arrebatos de conquistador o dueño del mundo de ningún gobernante ni Ucrania puede renunciar a sus territorios de Crimea y Donbás, arrancados por la ilegal invasión rusa. El país invasor es quien tiene que hacer cesiones, cesiones de lo que se tomó a la fuerza de los cañones y las bombas. La seguridad territorial es innata a la soberanía y libertad de los pueblos y, para Ucrania, sería el comienzo de su disolución como país libre y, para la OTAN, su división. No se puede imponer la prohibición a Ucrania de formar parte de la OTAN, de convertirla en amortiguador entre Rusia y Europa, cuando con ello terminaría siendo destruida y sustraída. Hacer concesiones sin justicia es hacer la paz sin justicia, no dura y es una bomba de tiempo, destructiva y de alcances desconocidos.

La reunión ha superado todas las expectativas, sí, y debe estar claro que Trump no hace nada de gratis y Putin no muda su cuero de asesino por solo “reunirse”, es un “triturador de carne”, como lo ha llamado Rubio, metáfora espléndida que no me esperaba de su autor. Estas negociaciones deben basarse en la desconfianza. Es la única forma de evitar otra burla. La repartición de regiones y derechos a invasiones está en juego. No nos extrañe nada de esto. Esto pudo ocurrir en Alaska: “Tú te quedas con todo lo que quieres de Ucrania y yo invado a Venezuela, me tomo el Canal de Panamá y Groenlandia”, como Krushchev cambió los misiles de la Crisis de Octubre en Cuba por los misiles nucleares Júpiter de Estados Unidos en Turquía e Italia. O, ¿por qué o por cuánto Putin estuvo tan inmediatamente de acuerdo con las ofertas de Trump, que no se han revelado? Se reparten el mundo y si el mundo no se levanta, se lo quedan.

No se puede calificar diferente como un acto de complicidad con el crimen y el irrespeto, interrumpir una reunión de este nivel para hacer una llamada privada al extorsionador Putin y extraer de su participación a los allí reunidos. El secretismo es un claro indicador de repartición de propiedades a espaldas de sus víctimas y es también de una ingenuidad creciente y terca, que siempre recicla la esperanza. La ausencia de Vladimir Putin en reuniones como estas, solo confirma que le basta con un interlocutor, su mandadero. La rúbrica de su presencia siempre hará falta para elaborar las excusas o los desmentidos cuando hagan falta.

El sartén lo tiene por el mango Volodímir Zelenski. La repartición de los bienes la pueden vestir del traje de gala que se les antoje, que siempre se le verán las bombachas. En el siglo XXI, el siglo de la Ilustración -tres siglos más tarde- se continúa haciendo válidos, honrando y defendiendo los ideales de la libertad.

El autor es médico.


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