Una larga visita sin invitación



No están invitados, pero ya están aquí. Lo que experimentan hoy Butch Wilmore y Suni Williams en la Estación Espacial Internacional (EEI), bien puede recordarnos al paracaidista de una fiesta de 15 años, hace 50 años. Hoy, no hay que estar invitado para aparecerse, saludar, chupar, comer e irse sin bailar y sin dejar regalo y los paracaidistas también son mujeres, que no lo eran antes. El paracaidismo le abrió las puertas del deporte a las mejor calificadas para ello.

Por el espacio sideral compitieron, antes de negociarlo, dos países: los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Era plena Guerra Fría. La hegemonía militar y territorial se extendería -así lo temían ambos- a la luna y, por qué no, al infinito espacio de galaxias, con estrellas fulgurantes y preciosos brillos de diamantes. No bastó la repartición de los países y regiones de Europa Central y del Este como de los Balcanes, al final de la II Guerra Mundial, las revoluciones en Asia, la hambruna roja de Ucrania, ni la siembra roja en aguas del Caribe y en las otrora colonias europeas del África. La exploración del espacio era también propósito de colonización y dominio.

El 4 de octubre de 1957, Rusia sorprende al mundo, al poner en órbita terrestre por primera vez, su primer satélite artificial espacial, el Sputnik 1, sin tripulación humana. Su curso era elíptico y el semi mayor eje de esa elipse era de 6,955.2 kilómetros, a una velocidad de 29,000 km por hora (8 km/seg), lo que le tomaba 96.20 minutos para completar cada órbita terrestre, a 577 km de la Tierra. Cuatro años más tarde, el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin se convierte en el primer ser humano que orbita la Tierra en la nave espacial Vostok. Una sola órbita terrestre en 108 minutos de vuelo. La propaganda sugería que los éxitos del comunismo en el espacio revelaban su superioridad y el declive de la democracia. En 1958, el presidente Dwight D. Eisenhower lanza la llamada Carrera Espacial. La NASA recibe permiso para reclutar astronautas y logra un número inical de 508 candidatos. Nace el Proyecto Mercurio: lanzar un hombre al espacio en órbita terrestre baja, traerlo por si mismo, sano y salvo, a la Tierra y evaluar sus capacidades en el espacio. ¿Sus credenciales? Ser menor de 40 años de edad, tener título universitario o una licenciatura equivalente, y medir 5 pies y 11 pulgadas (1.80 m) o menos.

En 1959, Alan Shepard es seleccionado por la NASA como uno de los astonautas de Mercury 7. El 5 de mayo de 1961, solo 3 semanas después del vuelo del ruso Yuri Gagarin, Alan Shepard pilotea la nave Freedom 7 en un vuelo suborbital de 490 kilómetros y 15 minutos y se convierte en el primer norteamericano en ir al espacio. Más tarde volverá al espacio para poner pies en la luna en 1971, entre el 31 de enero y el 9 de febrero (9 días), en el módulo lunar Antares, y convertirse en el 5º astronauta norteamericano que lo hacía. La campaña presidencial de 1960 en Estados Unidos se centró mucho en lo referente a la carrera espacial y el control del espacio y, John Fitzgerald Kennedy fue puntual frente a los estudiantes de la Universidad de Rice, el 12 de septiembre de 1962, al referirse a la conquista del espacio: “ninguna nación que aspira a liderar puede esperar y ser solo un observador de esta carrera por el espacio”.

Wilmore y Williams iban de viaje por 9 a 11 días, pero las fallas técnicas lo han prolongado. Llegaron a la EEI a principios de junio en una nave espacial de Boeing, la Starliner, con el menor número de artículos personales posible. Total, la salida a contemplar el espacio era por solo 9 días. Debían regresar el 14 de junio. Resultó que la nave presentó desperfectos técnicos y se planeó entonces, que regresarían en una nave de Space X, con los dos tripulantes que llegarían a la Estación el 6 de septiembre, hoy. Ahora resulta que tendrán que quedarse allí hasta febrero del 2025. Una “pequeña demora”. Ya llevan unas 12 semanas en la Estación y tienen que repartirse, con sus 7 huéspedes, que constituyen la tripulación de la Estación, la comida, la alcoba, la ducha, los ronquidos, las mañas, el aburrimiento y quién sabe cuántas otras cosas. No son pocos los que se preguntan qué será de sus actividades sexuales y otras necesidades básicas. Pueden preguntársele esas cuitas al regreso. Seguro sonreirán. Lo cierto es que no parecen preocupados o no pueden demostrarlo. Tienen a bordo agua y comida suficiente. Tampoco se preocupan los directores de orquesta en Tierra, ni las familias. Hay astronautas que han vivido en el espacio más tiempo del que se calcula ellos estarán. Por ejemplo, Frank Rubio estuvo 371 días en el espacio. ¡Eso es un alivio!

Dicen las noticias que se han acoplado bien a la vida de invitados sin invitación y a las “tareas cotidianas a bordo”. Total, esa estación es un laboratorio espacial bastante ocupado, con un “apretado calendario de experimentos”, y ahora, un apretado espacio en el espacio. No sabemos, sin embargo, si esto implica, por otro lado, labores de limpieza o diversión, caminatas espaciales, yoga, gimnasia olímpica, o hacerle trenzas a Suni, cuyo cabello se ha liberado en ausencia de gravedad.

Y después, como lo visualizara Kennedy: “devolverlo sano y salvo a la Tierra, reingresando a la atmósfera a velocidades de más de 40,000 kilómetros por hora, provocando un calor aproximadamente la mitad de la temperatura del sol”.

El autor es médico.


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