Una oración para reflexionar



La recuerdo con claridad, me la aprendí de pequeño a fuerza de escucharla en las madrugadas por la radio, siempre encendida, en casa de mi abuela. No me preguntaba ni quién la había escrito, ni para qué servía, ni mucho menos me planteaba reflexionar sobre ella. La oración, seguro, la reconocen: «Señor, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia».

Viene mayo, y nuestra circunstancia se complica. Más que un fin de mandato, esto parece una agonía, «pataleo de ahogao», burla final de casi todos los reelegibles.

Sabiendo que así son las cosas, me parece que la oración es necesaria y pertinente.

La «aceptación» de lo que no podemos cambiar nada tiene que ver con «resignación», es una «actitud» ante aquello que no depende de nosotros, pero en nuestro caso sí podemos. La segunda petición plantea «valor» para cambiar. Es lo que más necesitamos, porque cerrar calles es una acción puntual, pero «sostener» a diario nuestra decisión de acabar con la corrupción requiere un esfuerzo que sé que podemos hacer. Y la «sabiduría» que se necesita para «reconocer la diferencia» es fundamental, porque entre la «aceptación resignada» y la «cobardía práctica», hace falta criterio y conocimiento.

Hay que repetirse esta oración de aquí a mayo. Hace falta fe para creer que, entre este gobierno en fase terminal y el «nica» alojado en la embajada, hay esperanza de un cambio que nos lleve hacia otra parte que no sea el despeñadero, por eso hay que poner la mente a reflexionar en estas tres sencillas peticiones y creer que sí hay posibilidades.

Cuando nos venga la tentación del fracaso, de la indolencia indiferente y de seguir igual, repitamos estas breves frases y seamos firmes, volvamos a creer en nuestras posibilidades, desalojemos de las instituciones a los mismos de siempre. Tengamos fe en la democracia, creamos que otra realidad es posible para nuestro país.

El autor es escritor


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