Han pasado suficientes días para que el terrible impacto que sufrí por la muerte de mi amigo Carlos Alberto Montaner haya aminorado, pero nada. Todavía tengo el pecho apretado con un profundo dolor en mi alma por su partida y por su querida esposa Linda, hijos y nietos, a quienes les tocará vivir a diario con su inmensa ausencia.
Carlos Alberto era un periodista de profundas convicciones democráticas y además el literato “especialísimo” de su época; no porque no lo acompañaran otros incluso más famosos que él, sino porque él se dedicó – no solo a escribir y formar opinión – sino a pelear por sus convicciones, no sólo por su querida tierra – Cuba – sino por toda la América y el mundo. Era ideológicamente liberal y a la vez humanista y participativo, siempre preocupado por la ciudadanía más vulnerable.
Era –en todos los sentidos– un buen hombre, un buen ciudadano a tiempo completo.
Carlos y Linda, y Maruja y yo nos conocimos desde hace muchísimos años. Al fundar nosotros La Prensa (con mil panameños más) Carlos Alberto se impresionó con el modelo que escogimos: muchos pequeños accionistas (incluso muchos empleados pusieron algo de dinero, cada uno), y terminamos con un gran periódico… el “newspaper of record " de Panamá en 6 cortos meses….y sin un dueño, sino muchos dueños. Carlos Alberto apoyó desde la primera publicación y enviaba sus columnas de Opinión cada semana. Cuando sufrí mis expatriaciones forzadas, Carlos Alberto enseguida me ubicó como columnista en su servicio internacional FIRMAS, logrando que La Prensa, sus ideas y columnas, circularan en todos los grandes periódicos de las Américas. Incluso con los cierres forzosos de La Prensa nuestros escritos se leían desde Canadá y Estados Unidos hasta la Patagonia.
Uno de mis libros, el titulado Construyendo La Nación, incluye un prólogo escrito por Carlos Alberto que es un tesoro personal que siempre guardaré con honor y agradecimiento.
En esas guerras permanentes por la libertad en nuestra América, nacen los “bands of brothers”, hombres como Carlos Alberto quien nos lideró a todos los guerreros de la pluma directa y valiente de las Américas. Produce mucho dolor saber que ya no está aquí, protegiéndonos las espaldas con toda su fuerza de convicción y acción.
Nosotros (mi familia y yo) fuimos forzados a pasar un total de 7 años en exilio. Por eso conocimos de primera mano todo lo sufrido por Carlos Alberto y Linda, viviendo 60 años de exilio fuera de su querida Cuba.
Recuerdo lo que yo sufría al pensar que, por mi exilio, mis hijos se criarían alejados de su tierra, de sus raíces profundamente enterradas en ella, viviendo su rica cultura. Con solo pensar en la posibilidad de morir en el exilio y no poder descansar mis huesos en mi tierra, sufría enormemente. Hay que hacerse el propósito de procurar hasta que se pueda que los restos de nuestro querido Carlos Alberto algún día descansen en la tierra que lo vio nacer, a la cual quiso y por la cual arriesgó tanto en vida. A ese entierro lo acompañaremos todos sus amigos.
Hasta luego, mi gran amigo. Ser parte de tu “band of brothers” fue un honor y un gran aprendizaje pertenecer a ese grupo de hombres pasionarios, pero razonables. Hiciste todo lo que pudiste, y más - mi querido amigo. No fue suficiente, pero dejaste la línea trazada para una Cuba Libre, democrática, de ejemplares hombres y mujeres civilizados.
¡Hasta pronto, Amigo! Ojalá algún día nuestras almas se vuelvan a encontrar en alguna otra dimensión.
El autor es presidente fundador del diario La Prensa

