Muchas personas tienen miedo de recibir vacunas, ya que gozan de plena salud y no perciben, luego de la aplicación, una mejoría o curación, como ocurre luego de recibir algunas medicinas en casos de enfermedad. Esta situación sumada a la desconfianza y desinformación promovida por movimientos antivacunas, han llevado a que mucha gente decida no vacunarse.
Mediante la vacunación se logra la protección frente a diferentes enfermedades infecciosas.
Si en una población se logra un elevado número de personas protegidas a través de la vacunación, el efecto protector puede extenderse a personas no vacunadas, originando lo que conocemos como inmunidad de grupo o de rebaño.
Las vacunas son seguras y eficaces. Debido a que se administran a millones de personas sanas, incluidos niños, para prevenir enfermedades graves, están sujetas a estándares de seguridad muy altos.
Antes de que una vacuna se recomiende, se realizan múltiples estudios para evaluar su seguridad, qué dosis funciona mejor y cómo reacciona el sistema inmunitario a ella. Este proceso suele tardar varios años y se incluyen miles de voluntarios en dichos estudios.
Una vez que se aprueba la vacuna, continúa siendo evaluada. La compañía que la fabrica evalúa los lotes para garantizar que la vacuna funcione como debe, se hayan eliminado ciertos ingredientes utilizados durante la producción y no contenga gérmenes externos.
Las agencias regulatorias revisan los resultados de estas pruebas e inspeccionan las fábricas donde se elabora la vacuna. De esta manera, se garantiza que las vacunas cumplan con los estándares de calidad y seguridad.
Cuando la vacuna tiene licencia para ser comercializada y se recomienda su uso, la FDA, los CDC y otras agencias regulatorias continúan controlando su seguridad, pero como cualquier medicamento, pueden causar efectos secundarios.
Actualmente estamos en temporada de influenza y debemos protegernos contra esta enfermedad.
La mayoría de las personas que se vacunan contra la influenza no tienen ningún efecto adverso, aunque algunas personas presentan: dolor, enrojecimiento o hinchazón en el lugar donde se administró la inyección, ronquera, tos, fiebre, dolores musculares o dolor de cabeza y fatiga. Si se producen estos síntomas, generalmente comienzan poco después de la inyección y duran uno o dos días.
Las reacciones alérgicas graves a una vacuna son muy raras, se estima en alrededor de una en un millón de dosis, y ocurrirían en unos pocos minutos o unas pocas horas después de la vacunación.
También como ocurre con cualquier medicamento, existe una remota posibilidad de que una vacuna cause una lesión grave o la muerte.
Citando una frase que escuché hace pocas semanas, “el mayor enemigo que tienen las vacunas es su propia eficacia”.
La autora es pediatra