Al grano: Valdés Escoffery, el fin de una era



Eduardo Valdés Escoffery. Un nombre que durante 35 años fue sinónimo del TE y, para bien o para mal, de la historia electoral de Panamá. Llegó en 1990 como parte de la transición de la dictadura a una democracia en pañales, y debía quedarse 72 meses. Se quedó 420 meses. En 2006 dijo que “16 años eran suficientes” y que se iría. No se fue. Fue reelegido dos veces y designado una más. Y así, con sus aciertos y sus errores, marcó y moldeó el TE y nuestras elecciones.

Hablemos de los logros. Valdés supervisó elecciones generales, referendos y la creación de herramientas clave como el TER, que permitió transmitir resultados de forma extraoficial, y la Dirección de Fiscalización del Financiamiento Político, que buscó poner orden en la opacidad del dinero electoral. Creó el cuerpo de delegados electorales, organizó la Comisión Nacional de Reformas Electorales, un espacio que reúne a partidos, gremios, sociedad civil y academia para revisar las reglas cada cinco años. Aunque hay muchos problemas profundos sin resolver, tener una institución que cada cinco años se autoevalúa es sano.

También escribió Acontecer Electoral, un libro históricamente valioso, diseñó el Plan General de Elecciones (PLAGEL), que sirve como mapa para organizar los comicios, y logró que el Ejecutivo traspasara la Fuerza Pública al TE durante elecciones. En 2019, emitió el fallo que tumbó las candidaturas de Ricardo Martinelli, un fallo impecable y bien sustentado.

Pero como todo en este país, los logros vinieron acompañados de su respectiva dosis de caos. En 2004, al anunciar el triunfo de Martín Torrijos, cerró su discurso con un “Sí se puede”, el eslogan del PRD. Ese desliz le costó caro: dudas sobre su imparcialidad, críticas por su reelección (bajo ese mismo gobierno) y una mancha en su reputación como árbitro electoral. En 2007, acumuló $135,117 en vacaciones no tomadas para tener un colchón al salir. Y luego no salió.

También implementó una app de recolección de firmas que no estaba lista, lo cual generó una lluvia de irregularidades e injusticias. Así como la condena a cientos de candidatos a pagar multa por entregar tarde informe de gastos de campaña a pesar de que la CSJ luego les daría la razón a esos candidatos.

Permitió que Mulino corriera como presidente en vez de inhabilitar toda la nómina. Ignoró investigaciones sobre financiamiento no declarado en la campaña de Nito Cortizo en 2019, vinculadas al escándalo Blue Apple. Y en 2014, cuando Ricardo Martinelli irrumpió en el TE tras la derrota de su candidato, no alzó la voz. También dejó que se perdiera la certificación ISO del TE después de haber sido el primer organismo electoral en el mundo en certificarse bajo dichas normas, y que se estancara el proyecto de la cédula inteligente con chip para homologarnos con la región. No impulsó la ley de carrera para los funcionarios del TE y no implementó el calendario inter electoral para hacer docencia más allá del momento electoral. Y bajó las vallas de la campaña Pela el ojo de Movin e igual que sus colegas, se preocupó más por defender la confidencialidad de las donaciones de Odebrecht que por buscar y denunciar la verdad. Todo esto mientras sostenía la doctrina de que nuestra democracia debía ser de partidos, no de ciudadanos.

Valdés trabajaba mucho, sí. Hasta sus detractores lo reconocen. Pero también acumuló 35 años en un cargo que no debió durar tanto. Con su salida, se cierra una era. Se va con una institución que todavía no es árbitro serio ni independiente, y con un sistema electoral que, aunque tiene avances, también tiene deudas. Sin embargo, su permanencia eterna no contaminó su gestión con corrupción.

La gran prueba ahora es que el TE siga siendo un árbitro más serio e independiente, para que, así como perdió la credibilidad, la recupere. Por el bien del país.


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