Narra un cuento de mi infancia que había una vez un reino, en el que el monarca era extremadamente perverso, avaro, egoísta y malo. Cuando murió, toda la población se alegró y hubo fiestas y celebraciones en todas las regiones. Sin embargo, en un pueblito muy apartado se observó en una humilde choza que una anciana lloraba desconsoladamente el fallecimiento del rey.
Extrañados por dicha actitud, unos vecinos le increparon tal conducta y le preguntaron si era que el fallecido rey le había concedido alguna gracia o beneficio que justificara su congoja por su muerte. La anciana levantó la cabeza y, mirando fijamente a los ojos de sus interlocutores, les respondió: “no tengo nada que lamentar por la muerte del monarca tan perverso, que bien no hizo a nadie, pero sí males a tutiplén a todos; lloro, porque estoy segura que el nuevo rey que vendrá será un peor!”
El libro de Libros, La Biblia, nos muestra el siguiente pasaje a Lucas 23:28: cuando Jesús, cargando su cruz, era conducido al calvario a ser crucificado y le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres que lloraban y se lamentaban por él, este, volviéndose a ellas, dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí que vienen días en que dirán: Dichosas las estériles y los vientres que nunca concibieron, y los senos que nunca criaron.”
Al iniciar cualquier período presidencial en Panamá, poco falta para que mucha gente eleve a la santidad de los altares al presidente que resulta electo. Es el salvador de la patria, el mesías, el que traerá la mayor suma de felicidad a todos los panameños. Será un émulo de Maximilien François Marie Isidore de Robespierre, el incorruptible, que designará como jefe de la vindicta publica a alguien similar a Tomás de Torquemada, presbítero dominico castellano, confesor de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón.
El émulo de Tomas de Torquemada designado, (antítesis de Kenia Isolda) será el encargado de ejecutar los autos de fe contra todos los corruptos, que llevará a la hoguera a quienes sean imputados conforme al nuevo Código Procesal Penal, y un tribunal de juicio los declare más culpables que el pecado. A los que no sean imputados, no serán quemados.
Para quienes no lo saben, el auto de fe era un acto público, organizado por la Inquisición en la edad media, en el que los condenados por el tribunal abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento –lo que hacía posible su reconciliación con la Iglesia católica–.
El problema que seguro encontrará el nuevo Torquemada es que ninguno, aunque sea culpable, hará tal cosa.
En nuestro país, transcurridos los 100 días del “gran chance” que se le da en cada periodo constitucional a los electos, lo que siempre vemos en la población es una gran decepción. Sentimiento de insatisfacción, que surge cuando no se cumplen las expectativas personales de muchos que supuestamente apoyaron al vencedor.
Es el pesar causado por una frustración o engaño, que se forma en unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena. Un desencadenante para la depresión y es una fuente de estrés psicológico. Similar al arrepentimiento, se diferencia en que el sentimiento de arrepentimiento se enfoca, básicamente, en fallas en elecciones personales, mientras que el de decepción se enfoca más en la insatisfacción proveniente del aspecto externo.
Y no nos llamemos a engaño. Para muchos, Endara resultó peor que Noriega; el Toro peor que Endara; Mireya peor que el Toro; Martín peor que Mireya; Martinelli peor que Martín; Varela peor que Martinelli; y ahora se dice que Nito está resultando peor que Varela.
La pregunta es: ¿ quien vendrá después de Nito? Ya hasta lo equiparan con el viagra y el “Mero Macho”.
Por eso, a menos que se hagan transformaciones y cambios profundos, que la muchedumbre que forma esta oclocracia se llegue a transformar en un verdadero pueblo y este se llene de valentía y arrojo, para generar un movimiento como el ocurrido en Francia el 9 de noviembre de 1 799 (18 de Brumario del año XVII del calendario republicano francés), todo seguirá desmejorando. Y entonces, con nostalgia, tendremos que decir: había una vez un país llamado Panamá, donde todos éramos felices y no lo supimos nunca…
El autor es abogado