Llega temprano a la cita médica; la espera se hace eterna y solo el consuelo del necesitado se asoma con la esperanza: Por lo menos ya falta menos que hace meses. La gente se aglomera a la espera de su turno. Algunos comparten anécdotas de todas las peripecias que tuvieron que hacer para madrugar y estar temprano. Resulta imposible dejar de lado la odisea de practicarse los exámenes de laboratorio, los cuales, para tener una oportunidad, no solo es suficiente madrugar; hay que pernoctar afuera de las instalaciones médicas. Eso sí, y rogar que haya reactivo.
Estas historias parecerían absurdas para un país en el que a cada rato se habla de millones y millones en inversiones, sobrecostos y pagos. Un país en donde es una suerte encontrar los medicamentos en las farmacias y, cuando no, el pobre se ve obligado a escoger entre la comida y la salud.
¿Pero de qué salud se habla? Cuando las citas médicas demoran meses y meses, no hay insumos médicos para las cirugías, faltan especialistas, no hay reactivos en los laboratorios, los medicamentos son un lujo.
¡Salud! brindan los que tienen la posibilidad de sortear los obstáculos de nuestro sistema público de salud; y lo más aberrante es que algunos lo hacen con quienes tienen el poder de decidir sobre la salud de los más necesitados, pero tienen otras prioridades... o intereses.
Pero quizás somos nosotros los culpables por elegir a quienes nos simpatizan y no por quienes tengan el carácter de administrar el país con la fuerza de la sensatez.
Al ritmo de la letra de la canción “No hay cama pa' tanta gente”, pero sí hay jugosos aumentos de salarios; no hay medicinas, pero sí subsisten los privilegios de unos pocos con ínfulas de nobleza; no hay insumos médicos, pero sí hay ayudas a los ‘amigos’.
Como dijo alguien: esto cambiará cuando los que gobiernan tengan la obligación de usar los servicios públicos de salud. Pero yo no aspiro a tanto; me conformo con que sean más humanos, más gente, más panameños.
El autor es docente y estudiante de derecho.


