Norisbeth es una joven de 14 años que, a su edad, se enfrenta ya a un embarazo. Ni su mente ni su cuerpo están preparados para la gran tarea de concebir un hijo.
Con siete meses de gestación, su pareja y su familia le dieron la espalda; pero encontró apoyo en un albergue. “Mi vida cambió. Aunque al principio sentí temor, nunca pasó por mi mente abortar, y decidí tener a mi hijo”, dijo.
Casos como estos se están haciendo más comunes. En los últimos tres años, las cifras revelan que el número de jóvenes adolescentes embarazadas aumentó a 9.5%.
Según estadísticas del Ministerio de Educación (Meduca), en el año 2008 se registraron mil 28 menores embarazadas en las escuelas oficiales del país, en 2007 se reportaron 957 casos, y en 2006 hubo 839 menores embarazadas.
En los últimos cuatro años se reportaron 130 casos en las escuelas de nivel primario. Para la directora de la oficina de Educación en Población y Desarrollo Humano del Meduca, Elizabeth Quintero, esto se debe a la falta de valores, una enseñanza que debe empezar en el hogar. Hay casos, dijo, en que estas menores son rechazadas por sus familias, pero necesitan ser orientadas para evitar que cometan acciones que puedan poner en riesgo su salud, como la práctica del aborto o el suicidio; además, esa criatura que lleva en su vientre está en riesgo, por ser concebida en un cuerpo que aún no está listo para ese menester.
La madre adolescente suele cortar su participación en el sistema escolar, a pesar de que las autoridades garantizan, a través del Decreto Ejecutivo No. 443, por el cual se desarrolló el artículo 491 de la Ley 3, “la continuidad de los estudios a las estudiantes menores embarazadas en las escuelas oficiales y particulares del país”. No obstante, muchas veces por vergüenza dejan sus estudios. Por ello, Quintero explicó que, por medio de programas, se capacita a los padres de familia para que sepan cómo sobrellevar la situación. Desde 1992 se ha atendido a 8 mil acudientes.