Una baja autoestima, un amor no correspondido más un estado depresivo impulsaron a Claudia* a atentar contra su propia vida, hace una década, cuando tenía 19 años.
Tomarse 30 analgésicos en tabletas le provocó que las manos, brazos y piernas se le durmieran, un fuerte dolor de cabeza, náusea y vómito. Sus padres la llevaron a una sala de urgencias sin sospechar que Claudia había intentado suicidarse; se enteraron con el diagnóstico del médico.
Hoy esta mujer de 29 años, trabaja, estudia su segunda carrera universitaria y aunque aún sufre lapsos de depresión, el suicidio es una opción descartada: “Jamás volvería a hacerlo”, dice.
Un intento de suicidio es un llamado de auxilio, dice la coordinadora del Programa Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa), Aldacira Brad-shaw.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por cada 20 personas que intentan suicidarse una muere; asimismo, advierten que cada día alrededor de 3 mil personas terminan con su vida. Sobre todo la gente joven, pues –indica esta organización– el suicidio está entre las tres primeras causas mundiales de muerte en personas de 15 a 44 años.
Las siguientes cifras hablan por sí solas.
Para el año 2008, las estadísticas del Minsa sumaron que 186 personas fallecieron a causa de lesiones autoinfligidas; de este total se sacan dos datos relevantes: 102 defunciones (55%) se dieron entre las edades de 15 a 34 años; de los 186 casos de suicidio, 154 (83%) correspondieron a varones.
La psicóloga clínica Vali Maduro de Gateño, de la Fundación para el Desarrollo de Relaciones Sanas, asegura que un sufrimiento emocional prolongado más un problema suscitado difícil y estresante, hacen que la persona se sienta sin esperanzas y considere la muerte como su única solución.
Por lo general, “las mujeres, cuando intentan suicidarse, se cortan las venas, ingieren pastillas”, dice un profesional de salud mental de la Sala de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de la Caja de Seguro Social (CSS); mientras que los varones tienden a ahorcarse.
Los especialistas de salud mental afirman que la mayoría de los individuos con ideas suicidas lo expresa de alguna manera, por tanto sus familiares y allegados deben estar atentos a señales, como que la persona se despida, comience a regalar sus pertenencias y exprese que su vida no vale nada.
Para ayudar es “importante escuchar”, dice Maduro de Gateño, y no abordar a la persona con desdén. Agrega que es sumamente importante llevar a esta persona ante un profesional de la salud mental, aunque se resista. “Luego de un intento de suicidio, hay que averiguar la causa de este hecho, si es debido a una depresión o a trastornos psicóticos”, por dar un ejemplo, dice el especialista de la CSS.
Claudia recuerda que su diagnóstico fue depresión y baja estima. “Fui a terapia, hablar me ayudó, pero seguía deprimida. Aunque el psicoterapeuta te ayude, el empeño [que te hace mejorar] es el de una”, cuenta.
Sin diálogo no hay prevenciónEl pasado 10 de septiembre se conmemoró el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, conducta que se roba muchas vidas en la población joven. La comunicación también es un factor clave en estos casos, comenta Aldacira Bradshaw, del Minsa, quien argumenta que los padres que no dialogan ni comparten con sus hijos, no saben qué preocupaciones tienen ni qué acontece en sus vidas. Añade que los adolescentes y jóvenes que no se sienten queridos, comprendidos y que son exhibidos y criticados diariamente por sus progenitores suelen sentirse desvalorizados. “Tener acné o ser obeso para los adolescentes son problemas grandes”, dice la salubrista Bradshaw.
La expectativa de Claudia, quien creció en una familia donde no había mucha comunicación, es que “cuando sea madre, debo ponerme moderna y hacerme amiga de mis hijos”.