Dice René Quevedo, de la Fundación Jesús Luz de Oportunidades, que las ideas preconcebidas deforman la realidad, y que las verdades únicas son las más peligrosas.
“El problema con la violencia es que todo el mundo tiene una opinión, y esa opinión es la verdad absoluta tallada en piedra”, afirma.
El problema, agregó, es que “hay realidades sociales, que pocos entendemos”, y el único camino para comprenderlas –en el caso de la violencia– es ir a los barrios y darse cuenta de que el hambre, el hacinamiento, la ruptura familiar y la pobreza son el caldo de cultivo perfecto para la delincuencia.
La Fundación Jesús, que nació en 2008, está compuesta por diversas empresas y empresarios y su área de trabajo son las pandillas. La idea, explicó Quevedo, es reintegrar al pandillero a la sociedad e intervenir en los barrios y las familias para disminuir la “materia prima” de estos grupos.
“Empezamos a trabajar bajo el modelo del consejero de la luz, quien es un expandillero convertido a Cristo y , para nosotros, un agente de pacificación y transformación social”.
La Fundación trabaja actualmente en Curundú, El Chorrillo, San Miguel, San Felipe y San Joaquín, y tiene como proyecto empezar en Santa Ana.
¿Qué descubrieron cuando empezaron?
Nos dimos cuenta de que hay una realidad social que pocos entendemos. Cuando estos muchachos comienzan a hablar de su vida, te das cuenta de que el proceso de gestación de las pandillas es “natural”... Debemos entender que el enemigo no es el pandillero, es el hambre.
Segundo, que no podemos hablar solamente de rescate o de resocialización. Tenemos también que hablar de prevención.
Tampoco podemos pretender que el problema de la delincuencia lo va a resolver solamente la policía y que la ecuación de la prevención me excluye. Yo no puedo solamente clamar por la paz; debo construirla.
A Quevedo le preocupan principalmente los números. Es fácil, dice, imaginar que las cosas irán para peor si estas no cambian.
Según ellas, hay 3 mil 140 pandilleros. “Digamos que son 5 mil, pero resulta que hay 732 mil menores de edad que son pobres”, recalca.
Así las cosas, “pretender una solución militar al problema de las pandillas es una batalla perdida”, porque estos grupos tienen fuentes ilimitadas de financiamiento a través del narcotráfico (por ende, mayor capacidad de compra de armas), y una fuente ilimitada de materia prima.
“Pensemos que 54% de los niños y jóvenes entre 6 y 18 años son pobres, y que 35% de la población en edad escolar ha desertado”, recalca.
¿Por qué cree usted que los gobiernos están empeñados en utilizar la represión como arma principal?
La represión se tiene que usar. Es parte de la ecuación, pero no puede ser la única, porque no hay nada más peligroso que una idea cuando es la única que se tiene.
La represión es un elemento que se tiene que utilizar y es algo que tiene un efecto inmediato, porque yo tiro a la policía a la calle y la gente lo ve...
Ahora, hay un problema: ya a principios de 2010, Panamá tenía el índice de presos por habitante más alto de Latinoamérica, con una sobrepoblación carcelaria de más del 60% .
El Pele Police aumentó la sobrepoblación carcelaria en 21%, [lo que significa] que lo que era un problema de hacinamiento es ahora 21% más grande.
El asunto allí es que [las cárceles] son universidades del crimen, en donde el hacinamiento aumenta los odios.
¿Por qué cree usted que cuando se piensa en delincuencia se piensa en los jóvenes? ¿Por qué se les ha demonizado?
Porque los jóvenes son más difíciles de controlar, son más noticia que los adultos y es el segmento más volátil de la violencia.
Pero tenemos que darnos cuenta, enfatiza Quevedo, de que a veces los jóvenes de los barrios pobres “no tienen modelos positivos de conducta”.
“Creo que debemos pasar más allá de la intelectualización de la problemática”, para no solo entender, sino actuar.
“Yo no le puedo pedir a un muchacho de 10 o de 12 años que a partir de hoy sea bueno. Nadie les ha dicho [qué es bueno o malo], ni se les ha corregido ni han tenido guía o educación. Son ignorantes e ignorados ”, reprimidos, a fin de cuentas, sin demasiadas oportunidades.
“Nosotros tenemos que rescatar a esos muchachos”, puntualiza Quevedo.