La “suerte” del Canal de Panamá fue que la industria azucarera de las islas británicas de las Antillas se vino abajo.
Era mediados del siglo XIX y el Falmouth Post contaba cómo los hombres de Jamaica y Trinidad, de Barbados y las islas de Barlovento comenzaron a viajar por Centro, Norte y Suramérica buscando empleos en las bananeras o en proyectos europeos o estadounidenses.
Para entonces, en Panamá se construía el ferrocarril, y en California, todos andaban afiebrados con el oro.
Como se lee en Los hombres del Silver Roll- Migración antillana a Panamá. 1850-1914, de Velma Newton, cuando la industria de la caña dejó de ser fuente de empleo, los afroantillanos empezaron a mirar hacia otros lados buscando sobrevivir, y los más pobres encontraron en Panamá un buen destino.
Según los cálculos -y las planillas de oro y plata que creó el Gobierno de Estados Unidos - en el proyecto estadounidense del Canal hubo hasta 30 mil trabajadores negros.
Fueron ellos quienes a punta de músculo le abrieron una garganta al istmo de Panamá, ayudados por las máquinas más modernas de entonces: palas a vapor, descargadores Lidgerwood, esparcidoras, cambiadoras de rieles, volquetes para desechos Western ando Oliver...
Como cuenta Michelle Brandariz, de la división de Planificación de Recursos y Control de Proyectos del Programa de Ampliación del Canal, los equipos de inicios del siglo XX eran controlados manualmente y ganaban fuerza a través de engranajes y palancas mecánicas.
Pero entre 1903 y 1914 -año en que se inauguró el Canal de Panamá- el país naciente no sólo se llenó de afroantillanos. Llegaron también 4 mil europeos, 5 mil estadounidenses, puñados inmensos de españoles, italianos, hindostanes, chinos y colombianos, entre muchos otros.
Gil Alberto Sánchez, en su libro El Canal de Panamá y sus vidas, cuenta que las obras canaleras atrajeron a tantos miles que para 1913 había una fuerza laboral de 56 mil 654 personas.
Como recalca Newton, “a pesar de que se utilizó maquinaria para muchos propósitos, había cientos de trabajos para obreros comunes: excavar zanjas, reparar caminos, acarreadores de agua...”.
También se necesitó personal para enseñar, para curar a los enfermos, para entretener a los trabajadores, para enviar correo. Los estadounidenses habían creado la Zona del Canal y no sólo había obreros vinculados con la excavación y la construcción, sino con el trabajo profesional y de oficina.
Todos, eso sí, estrictamente separados por su color de piel o procedencia.