Si algún desastre hubiese sucedido en Colón, la realidad podría explicarse fácilmente. Es decir, habría sucedido algo extraordinario que alteró la vida de la ciudad para sacudirla y volverla un infierno. Pero lo cierto es que en Colón no explotó ninguna bomba nuclear, ni pasó un tsunami demencial. Nada de eso. Lo único que ha pasado en Colón es el tiempo. Y ha sido devastador.
‘Ponchera’
Los problemas son tantos y tienen raíces tan profundas que buscar una causa para explicar el ocaso sería imposible. No es sólo la violencia el problema. Ni la crisis educativa. No es el retiro de Estados Unidos, ni el gobierno ausente, ni las pandillas, ni la represión policial -en Colón, cada noche, 90 personas son detenidas por averiguación de antecedentes-.
Es, en realidad, la interconexión de todo eso, conjugado y mucho más. Un batido peligroso que convierte a esta ciudad en una de esas velitas de cumpleaños que se soplan y luego de apagarse vuelven a encenderse y se sopla de nuevo y el fuego siempre vuelve: Colón es una bomba de tiempo que explota a cada rato.
Pero también, hay que decirlo, Colón es otras cosas. Y no solo campeones de boxeo, de fútbol, de natación y de salto largo y playas y regué. Andar sus aceras y hablar con su gente hace que la fascinación por estas 16 calles se agigante.
Porque así como son muchos los que tienen miedo y critican la violencia, también los hay que están realmente hartos de que se les diga todo el tiempo que Colón está poblado por asesinos. "Como si a uno estarían a punto de matarlo cada vez que pisa la calle", explica un hombre sentado con calma en el bulevar. "Míreme a mí: hace dos horas que estoy acá y nadie me mató todavía", dice a pura risa. "Soy Supermán". Y sin embargo, las estadísticas disparan que solo en los últimos dos meses hubo 17 asesinatos. Y 40 armas decomisadas, casi la misma cantidad que la policía recuperó en 2005.
"La ley del talión está vigente en Colón. Los jóvenes se matan por nada, a veces ni saben por qué", dice Eduardo Serracín, sub comisionado de la policía colonense que explica con orgullo que el 90% de esas 17 muertes ya fue resuelto y los culpables están en prisión -ver recuadro-.
Pero también hay que decir que un oficial de la Policía Nacional está siendo investigado por el Ministerio Público por, justamente, supuesta connivencia con las pandillas. Todo discurso en Colón encuentra su versión opuesta.
Además, habría que hablar de la crisis social, la desarticulación de los lazos familiares y la falta de trabajo.
La crisis en el seno de las familias es dramática. Entre 1999 y 2003, los casamientos aumentaron un 15%, pero los divorcios, en el mismo período, aumentaron más del 100%. Además, durante 2005 las fiscalías recibieron casi mil denuncias por violencia intrafamiliar.
Los números oficiales de desocupación, a su vez, indican que solo el 50% de la fuerza de trabajo de Colón tiene empleo a tiempo completo. Es decir, que una de cada dos personas en edad laboral no tiene dónde hacerlo o lo hace parcialmente. La tasa de desempleo de Colón es la más alta de todas las provincias de Panamá. Y al lado de Colón, Zona Libre. Que mueve 10 mil millones de dólares cada año. Sí, 10 mil millones.
Esta situación sucede en Colón y forma parte de la realidad de un país donde el 20% más rico de la población gana 41 veces más que el 20% más pobre, y donde el 54% de los niños menores de 5 años vive bajo niveles de pobreza.
Todos estos datos están publicados por la Contraloría y por el Ministerio de Economía y Finanzas en sus sitios de internet.
Colón siempre transita por los bordes, hace equilibrio en los límites y los contrastes explotan todo el tiempo. Es allí donde quizá pueda encontrarse una respuesta.
La perla del Caribe es hoy uno de los espejos posibles del futuro de Panamá. El más horroroso. Si todo lo malo de Panamá se profundiza, sucede la tragedia social de Colón.
"Aquí la gente se ha acostumbrado a esperar que el bienestar caiga del cielo. Antes eran los gringos, ahora tiene que ser Martín o la Zona Libre. ¿Qué pasó?, el colonense ha perdido la voluntad de producir su propio cambio", analiza una señora a la salida de una tienda. Es maestra. Acaba de comprar un par de chancletas enormes para su marido que trabaja en Zona Libre. "Usted sabe, a los hombres hasta los calzoncillos hay que comprarles".
Futuro
"Me duele Colón", explica Lucy Molinar, colonense célebre. Hija de una maestra, la periodista cree que la única manera de mejorar las cosas es a través de la educación
"La gente se gradúa de unos colegios donde no aprende nada. Sale de allí creyendo que si no consigue un puestito en Zona Libre está perdida. Hasta me animaría a decir que el problema no es económico, sino cultural. Siempre se escucha de fondos que van para Colón. Es una ciudad que podría nadar en dinero por su ubicación, por su trazado. Quizá llegó la hora de que todos nos propongamos a cambiar las cosas, incluidos los que salimos de allí", culmina la periodista.
Los colonenses que han logrado hacerse un futuro, dentro o fuera de Colón, no le echan la culpa ni a la pobreza, ni al Gobierno, sino que miran hacia adentro. Y critican esa lógica del clientelismo que en Colón es estructural.
"Los colonenses se han acostumbrado a tenerlo todo fácil, pero no quieren entender que los tiempos cambiaron", sentencia un comerciante mientras interrumpe la charla para cobrar una cuenta en su restaurante.
En el sistema judicial, a su vez, tampoco encuentran respuestas simples. El fiscal de circuito Ramsés Barrera explica que apenas se dan abasto para atender las causas. Dice que solo analizar su trabajo demuestra el escalofriante aumento del delito que ha sucedido en Colón: cuando él llegó, en el 2000, atendía 50 denuncias por mes. Ahora, seis años después, son más de 120 los casos que debe resolver en la misma cantidad de tiempo y con los mismos recursos.
Además, explica, en el último año tuvo 343 audiencias. "Colón involuciona desde hace 50 años y nadie puede detener la caída", analiza el fiscal.
Ana Pascal, la campeona mundial femenina, aprendió a pelear en sus calles. Ella antepone su amor al análisis. "Yo amo Colón y lo mejor es su gente. Asesinatos hay en todos lados. Pandillas, lo mismo. Pero esa gente sólo está en esas 16 calles . Mucho corazón Colón, mucho corazón", sentencia la campeona. Luego levanta el puño: se golpea el pecho.
La crisis de Aspinwall
FAMILIA: Entre 1999 y 2002 la cantidad de divorcios creció más del 100%, mientras el número de casamientos solo aumentó un 15%.
VIOLENCIA: En 2005 hubo mil denuncias por violencia intrafamiliar. Cada noche son detenidas unas 90 personas para investigar sus antecedentes.
DESOCUPACIÓN: Solo uno de cada dos colonenses en edad de trabajar tiene una ocupación completa. El resto o no trabaja o está sub-ocupado.
(Vea UN FUTURO INCIERTO: Una ciudad que perdió su autoestima) (Vea UN FUTURO INCIERTO: La nueva política policial: entre la represión y la ‘docencia’)
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