Desde hace meses, en Panamá comenzaron a generarse discusiones públicas en relación con una supuesta ola de "remilitarización" que estaría afectando algunas dependencias del Estado.
La sorpresa asaltó hasta a los menos atentos. No solo por las voces que condenaban algo que forma parte de las páginas más oscuras de la historia nacional, sino, sobre todo, porque podían ver con sus propios ojos cómo volvían a rondar los brigadieres del aire, los contraalmirantes, las venias y los galones, símbolos todos que en países con ejército pasarían inadvertidos, pero que en Panamá causan llagas.
El ‘contrAalmirante’
Uno de los funcionarios que se convirtió en la imagen de este incipiente movimiento fue el director del Servicio Marítimo Nacional (SMN), Ricardo Richie Traad.
Sus apariciones causaron revuelo por su extremo apego a la estética militar. Siempre vestido de blanco radiante, con galones y charreteras, mientras a su paso sus subalternos le hacían el saludo militar. Hasta se hace llamar contralmirante, que en el rango de armada de guerra es aquel que está entre capitán y vice almirante. En el ejército, este rango equivaldría al de general.
De hecho, cuando La Prensa lo entrevistó en relación con las trágicas prácticas Panamax, su forma de hablar y los términos que utilizó lo acercaban al ámbito castrense. Y eso que la Constitución panameña dice que toda la Fuerza Pública debe ser manejada por civiles.
"Hay que investigar qué pasó en este ejercicio porque los que murieron eran compañeros de armas", sentenció Traad, quien llama a sus hombres "infantes de marina".
Los agentes que murieron trataban de desembarcar en la costa de Huacha, en lago Gatún, intentando recuperar la isla –al estilo del desembarco en Normandía– que, según la imaginación de los hombres del SMN, estaba tomada por terroristas extranjeros. Este "Día D" en casa terminó en tragedia.
La Ley
Luego del fin de la dictadura, Panamá decidió acabar de una vez y para siempre con las instituciones militares. Es por eso que se habla de Servicio Marítimo y no de Armada. Por eso quien es designado para dirigirlo es su director y no su comandante. Sin embargo, en la página internet del SMN, Richie Traad de todas formas se hace llamar comandante.
Siguiendo esta lógica tan pasada de moda –y ajena a la ley– Gustavo Pérez, el director civil de la Policía Nacional, debería ser nombrado general, al igual que Leonel Solís, director civil del Servicio de Protección Institucional.
Lo cierto es que, entre tanta exaltación de los rangos militares, las fallas en las prácticas han sido trágicas. La historia no es un territorio muerto. Muchas veces, es necesario recordar.