El sonido de un taladro se escuchó justo antes de que la mitad de la fachada del hotel Central –ubicado en la Plaza de la Independencia del histórico barrio de San Felipe– cayera en pedazos. Era otro negro episodio en la paulatina destrucción de un edificio que ha estado en pie por 125 años.
El destructivo ruido lo escuchó Patrizia Pinzón, residente del área, y quien se encontraba en el lugar cuando la mitad de la fachada de la histórica estructura se desplomara. Eran las 4:00 p.m.
Pinzón relató que los trabajadores taladraban dentro de las estructuras y que, de repente, vio cómo surgía en la pared una rajadura que precedió al derrumbe. Una ventana quedó colgando, antes de caer y unirse al resto de los escombros.
Hildegard Vásquez, presidenta de la Fundación Calicanto, comentó que esta situación ya había sido advertida, cuando el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos, por sus siglas en inglés), capítulo de Panamá, realizó un informe que envió a la Dirección de Patrimonio Histórico, tras otro derrumbe ocurrido en mayo de 2009. En este informe se indicaba que la restauración no contaba con un adecuado sistema de apuntalamiento de protección.
Vásquez manifestó que la restauración –que realiza la Promotora Inversur a cargo de la empresa Constructora Arco– no es más que “una intervención demoledora que no tiene respeto alguno por el patrimonio histórico del país”.
Por ello, agregó la activista, es preciso que se impongan las sanciones establecidas en la legislación vigente en materia de protección al patrimonio histórico.
Por el momento no hay certeza de lo que sucederá. Mientras el director de la Oficina de Casco Antiguo (OCA), Darío Cadavid, negaba ser responsable de vigilar el desarrollo de las obras de restauración que se realizan en el área, Jaime Zárate, director Nacional de Patrimonio Histórico, se limitó a decir que haría un informe de lo ocurrido y del alcance de los daños.
“Era una restauración bastante profunda que obviamente tiene sus riesgos, y este es el resultado de ello”, dijo Zárate, mientras advertía de la posibilidad de que lo ocurrido se repita.
Mientras, los ingenieros encargados de la obra permanecían silenciosos en la acera. No querían hablar.